La Revolución Gloriosa de 1868: El Destronamiento de Isabel II
El Pacto de Ostende fue el acuerdo firmado el 16 de agosto de 1866 en la ciudad belga de Ostende por el Partido Progresista y por el Partido Demócrata, por iniciativa del general progresista Juan Prim, para derribar la monarquía de Isabel II de España. Este pacto, al que a principios de 1868 se sumó la Unión Liberal, fue el origen de «La Gloriosa», la revolución que en septiembre de 1868 depuso a la reina española.
El 19 de septiembre de 1868 se inicia en Cádiz, al grito de “Viva España con Honra”, la denominada Revolución Gloriosa que va a acabar con el reinado de Isabel II. Varias causas la explican:
Causas de la Revolución de 1868
Entre las causas de la revolución pueden citarse:
- La crisis financiera e industrial de 1866 puso fin a la prosperidad económica de 1856–1865. El hundimiento de la Bolsa y el parón del tendido ferroviario provocó la quiebra de muchos bancos y empresas. La industria textil catalana sufrió los efectos del recorte de las exportaciones de algodón por causa de la guerra de Secesión norteamericana y por la bajada del consumo.
- A la crisis financiera e industrial se añade una crisis de subsistencias por las malas cosechas en 1867 y 1868 con sus secuelas de carestía de alimentos, hambre y mortalidad.
- Crisis social: Se producen en esta época insurrecciones de campesinos y obreros, debido a las condiciones de vida y a la oposición de medidas del gobierno que les afectaban, como por ejemplo los impuestos de consumos, que gravaban los productos de primera necesidad.
- En el plano político, las causas hay que buscarlas en el agotamiento del régimen político moderado tanto por la corrupción del sistema como por el empeño de los moderados de mantenerse en el poder aunque fuera por la fuerza. Los partidos de la oposición –Progresista y Demócrata–, ante la imposibilidad de alcanzar el poder por vías legales, acuerdan en el Pacto de Ostende convocar una nueva Asamblea Constituyente y preparar un movimiento revolucionario. Este movimiento revolucionario va a seguir las pautas del pronunciamiento militar liberal, apoyado por juntas revolucionarias progresistas y demócratas cuyo objetivo era el destronamiento de Isabel II. La muerte de O’Donnell, en 1867, facilitó la adhesión, a lo acordado en Ostende, del general Serrano, el nuevo dirigente de la Unión Liberal, a la causa revolucionaria. La participación de los generales unionistas aseguró el apoyo militar a la vez que imprimió un giro menos radical a la revolución.
Desarrollo de la Revolución
La revolución comenzó con el pronunciamiento de la armada en Cádiz (17 de septiembre de 1868), al mando del almirante Topete, y del ejército, dirigido por los generales Prim y Serrano.
Pero la revolución se consolida gracias a la formación de las Juntas Revolucionarias de carácter civil que desde Andalucía se extienden por toda España. En un primer momento, el poder residió en las Juntas Revolucionarias que reclamaron amplias medidas de democratización política (sufragio universal, libertad de expresión, de reunión, de asociación y de culto) y de reformas sociales (desamortización, abolición de las quintas y del impuesto de consumos).
La revolución social y económica del movimiento popular hicieron caer en la batalla de Alcolea (28 de septiembre de 1868) a Isabel II, la cual tuvo que exiliarse al día siguiente, dejando el poder dividido entre las Juntas Revolucionarias (Demócratas y Republicanos) y el Gobierno Provisional (Progresistas y Unionistas).
Pronto se evidenció que existían diversas revoluciones y que la que se iba a imponer era la de Prim (progresistas) o Serrano (unionistas), cuyo objetivo esencial, derrocar al gobierno, se había conseguido. Así, la adhesión de la Unión Liberal a la revolución, que permitió su triunfo, también moderó sus fines, dando como resultado un Gobierno Provisional integrado únicamente por unionistas y progresistas que disolvió las Juntas, desarmó la Milicia Nacional que les había dado apoyo y contuvo la revolución. Fuera quedaban, frustradas, las revoluciones de los demócratas y los republicanos y, sobre todo, de las masas populares.
El Gobierno Provisional (1868-1870)
Primeras Medidas del Gobierno Provisional
El Gobierno Provisional, con Prim y Serrano como hombres fuertes, compuesto por unionistas y progresistas, decretó la disolución de las juntas y asumió el ideario democrático de estas.
Pero una de las cuestiones clave era la forma de gobierno, monarquía o república, que debían decidir unas Cortes Constituyentes. Se convocaron elecciones en marzo y se celebraron en junio, fueron las primeras elegidas por sufragio universal, y dieron la mayoría a los partidos de la coalición antiborbónica –unionistas, progresistas y demócratas–, partidarios de una monarquía democrática. A la izquierda se situó una fracción del partido demócrata partidaria de la República, y que formó el Partido Republicano Federal.
El Héroe de Castillejos (Marruecos), el general Juan Prim (Progresista), pasó a ser nombrado jefe de gobierno y Serrano (Unionista) fue declarado regente.
La Constitución de 1869
Las Cortes Constituyentes elaboraron una nueva Constitución. Es la primera constitución democrática española y recoge las siguientes características:
- En ella se instaura la Monarquía constitucional como forma de gobierno basada en la Soberanía Nacional, con los poderes del rey muy limitados.
- Recoge una amplia declaración de derechos y libertades como el derecho de reunión, de asociación, el juicio por jurados, el sufragio universal y directo para los hombres mayores de 25 años y la libertad de culto.
- Se fundamenta en los principios de la división de poderes y en la descentralización.
- Las Cortes son bicamerales (Congreso y Senado), y asumen completamente la aprobación de las leyes y tienen iniciativa legislativa –poder legislativo–.
- El ejecutivo, de acuerdo con la fórmula británica del “rey reina pero no gobierna”, era desempeñado por los ministros responsables ante las Cortes.
- Asegura la independencia y la democratización de la justicia, ya que establece el sistema de oposiciones y el del jurado.
- Se reemprende la desamortización y se suprimen los consumos.
Política Económica
La labor más importante fue la desarrollada por Laureano Figuerola en materia económica:
- Se fijó la Peseta como unidad monetaria desde 1869.
- Intentó una reforma fiscal, destinada a suprimir el impuesto de consumos, que resultó fallida.
- También hubo que afrontar el problema de la deuda pública y para recaudar fondos se aprobó la Ley de Minas, que supuso la venta de los yacimientos mineros, sobre todo a compañías extranjeras.
- Introdujo el librecambismo en España, con la Ley de Bases Arancelarias, acabando con el tradicional proteccionismo de España.
La Oposición al Gobierno Provisional
Los mayores problemas a los que se tuvieron que enfrentar fueron:
- El descontento de los republicanos por la trayectoria que el Gobierno Provisional impuso a la revolución al inclinarse por la monarquía.
- Por otra parte, estaban los carlistas que también se oponían al gobierno.
- Las crisis agrarias de 1867–1868 desataron la rebeldía del campesinado andaluz. El fracaso de la sublevación produjo el desengaño del campesinado hacia los partidos políticos. Desde 1872, con la introducción en España de la I Internacional, en su versión anarquista, apolítica y colectivista, encontró eco en ese campesinado desengañado.
- De igual modo, la escasez, la carestía y la protesta contra los consumos y las quintas provocaron motines populares urbanos. Surge la huelga.
- La guerra de Cuba (1868–1878) fue otro problema de gran envergadura. La falta de respuesta por parte del gobierno y las ansias independentistas cubanas provocaron un movimiento secesionista dirigido por Manuel Céspedes.
La Monarquía Democrática de Amadeo de Saboya (1871–1873) y la I República
La Elección de Amadeo de Saboya
Pero el mayor problema al que se tenía que enfrentar este nuevo gobierno era el de encontrar un monarca democrático no borbónico, ya que ni Isabel II ni su heredero (Alfonso XII), ni la opción carlista eran opciones válidas (funesto recuerdo de los antidemócratas Fernando VII e Isabel II).
El portugués Fernando de Sajonia-Coburgo y Espartero rechazaron el ofrecimiento. La candidatura de Antonio de Orleans, duque de Montpensier, cuñado de Isabel II, no prosperó al matar en un duelo al infante Enrique de Borbón, hermano del esposo de Isabel II. El alemán Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen (al que los españoles llamaban en tono de humor, y ante la dificultad de pronunciar correctamente su apellido: «Olé, olé, si me eligen»), contaba con el valioso apoyo del canciller Otto von Bismarck pero fue vetado por Napoleón III. Hasta el mismo general Serrano aspiraba al trono, aunque fue también rechazado. Finalmente se optó por Amadeo de Saboya, el candidato del general Prim.
Era hijo de Víctor Manuel II, monarca constitucional de la recién unificada Italia. Su elección había sido difícil, pues no era fácil conciliar todos los intereses: el candidato debía ser de sangre real, de convicciones democráticas, católico y aceptado, además de por los españoles, por las potencias europeas, quien aparecía identificado por completo con el liberalismo.
Amadeo de Saboya ha sido el único rey español elegido. La elección de Amadeo de Saboya por las Cortes Constituyentes (octubre de 1870) como nuevo Rey de España no fue unánime (191 votos a favor y 100 en contra).
Sin embargo, la llegada de Amadeo a España coincidió con el asesinato de Prim, perdiendo al que era su mayor apoyo. Empezaba con mal pie la Monarquía democrática de Amadeo I (1871-1873), que habría de afrontar una realidad muy conflictiva.
La Oposición a la Nueva Monarquía
Asesinado el general Prim, Amadeo se quedó reinando con muy pocos apoyos. Amadeo I, con el rechazo aristocrático y popular, tuvo que enfrentarse a una fuerte oposición:
- El rey, quizá por su carácter tímido, no consiguió ganarse la simpatía popular.
- Tampoco fue aceptado por la oligarquía y las élites económicas. La burguesía industrial y financiera estaba en contra de las medidas sociales democráticas como la abolición de la esclavitud en Cuba y, además, le identificaban con la democracia y el desorden social. Por esto apoyaban la restauración borbónica en la persona del príncipe Alfonso de Borbón, cuya causa era defendida por Cánovas del Castillo.
- Sufrió una fuerte oposición política. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los demócratas no querían un rey y los que querían la monarquía no eran demócratas. Los moderados borbónicos (Cánovas del Castillo) deseaban la restauración borbónica en el hijo de Isabel II, Alfonso. Además, los unionistas se alejaron del nuevo régimen y se acercaron a los partidarios de la solución alfonsina.
- Los republicanos, que no aceptaban la monarquía democrática, protagonizaron insurrecciones federalistas.
- El Carlismo cobró un nuevo impulso tras el destronamiento de Isabel II, iniciando una tercera guerra carlista a favor de Carlos VII (1872–1876).
- En Cuba se había iniciado en 1868 el levantamiento independentista. Las guerras trajeron consigo las impopulares levas y el aumento de los impuestos, agitando aún más la vida social y política española.
- El movimiento obrero, desarrollado al amparo de las garantías constitucionales, atemorizaba a las clases medias y altas. Los propios partidos que sustentaban al régimen se distanciaron y, tras la muerte de Prim, hasta los progresistas se escindieron.
Amadeo I tuvo graves problemas como gobernante (insurrecciones republicanas, levantamientos independentistas en Cuba, guerra carlista, etc.) y se vivió una fuerte inestabilidad política (tres elecciones y seis cambios de gobierno en treinta meses). Por todo esto, aprovechando un problema militar en el cuerpo de artillería, abdica el 10 de febrero de 1873. Esa misma noche se proclamó la República (1873-1874), en el Congreso, aunque este no tuviese atribuciones para tomar esa decisión que contravenía la Constitución y aunque los republicanos fuesen minoría; no había otra alternativa.
La Primera República Española (febrero 1873–enero 1874)
La Proclamación de la I República
El mismo día que don Amadeo entrega su acta de abdicación, 11 de febrero de 1873, el Congreso y el Senado, constituidos en una sola Asamblea Nacional, dispusieron la proclamación de la I República española. La República fue votada con 256 votos a favor y solo 32 en contra, aunque muchos monárquicos votaron a favor de la República para deteriorar todavía más la situación política del país y poder así restaurar a los Borbones. Dos son las corrientes que se daban entre los republicanos que estaban divididos en radicales (unitarios) y federales.
La República Unitaria de Estanislao Figueras (11 de febrero de 1873 – 1 de junio de 1873)
La Asamblea designó a Estanislao Figueras primer presidente de la República. Su principal cometido era convocar unas Cortes Constituyentes para elaborar una nueva Constitución. Figueras se encontró con graves problemas como la guerra carlista en el norte, el problema de Cuba y un ejército inclinado al moderantismo, y reacio a colaborar para combatir las revueltas populares que deseaban llegar hasta el final en el proceso revolucionario. Pese a ello, pudo poner en marcha ciertas medidas democráticas, como la promulgación de una amplia amnistía o la abolición de la esclavitud en Puerto Rico y la supresión de las quintas (reclutamiento de soldados, uno de cada cinco).
Pero la república unitaria carecía de masas y defensores cualificados, de modo que el resultado de las elecciones a Cortes dio el triunfo a los republicanos federales.
La República Democrática Federal: Pi i Margall (1 de junio – 18 de julio de 1873)
El 1 de junio, Figueras devolvió el poder a las nuevas Cortes. Ese mismo día se convocaron Cortes Constituyentes, nombrándose un nuevo gobierno presidido por Pi i Margall. Emilio Castelar se encargó de redactar un proyecto de constitución según el ideario federalista.
Las elecciones a Cortes Constituyentes dieron una abrumadora mayoría a los republicanos federales.
1. El Proyecto de Constitución de 1873
La Constitución de 1873 declaraba:
- Radical separación Estado–Iglesia (libertad de cultos y sin subvenciones a ningún culto religioso y el matrimonio civil).
- La separación de poderes, con la creación de un cuarto poder, el Poder de relación, en manos del Presidente de la República.
- Estructura Federal del Estado con 17 estados incluyendo Cuba y Puerto Rico para evitar problemas coloniales. Cada estado podía elaborar su constitución, dentro de los límites de la constitución federal.
- Mantenía derechos similares a los de 1869.
- Legislación social y de protección de los obreros.
- El Senado electivo y se constituía como cámara de representación territorial de los 17 estados federados.
No llegó a aprobarse por el estallido de los movimientos cantonalistas, la conflictividad social, la extensión de la guerra carlista y el problema cubano.
2. La Revolución Cantonal
Este republicanismo federalista radical, unido a las reivindicaciones del movimiento obrero, como la ocupación de fincas por los jornaleros andaluces o la convocatoria de huelga general en Alcoy, desembocaron en el cantonalismo.
El cantonalismo buscó hacer realidad el ideal de la República federal desde abajo, es decir, la formación de unos poderes locales fuertes y autónomos –cantones– como medida para contrarrestar el centralismo. La proclamación en julio de cantones independientes por todo el arco mediterráneo era la puesta en práctica, de manera directa y sin esperar a la aprobación de la Constitución, del ideario federalista radical, que entendía que la soberanía emanaba del pueblo y, por tanto, eran los municipios independientes los que podían, libremente, unirse a otros para formar un Estado federal construido “de abajo arriba”.
La sublevación federal cantonalista fue protagonizada por estudiantes, intelectuales y políticos provincianos republicanos radicales, miembros de la pequeña burguesía, a los que se suman artesanos, tenderos y asalariados de diversas especies. Muy a menudo los internacionalistas (movimiento obrero) colaboraron con el cantonalismo.
Tiene como característica fundamental el ser el primer movimiento contemporáneo español propuesto y dirigido por las clases populares sin que participen las élites burguesas.
Puntos destacados de la sublevación cantonal fueron Alcoy y Cádiz, pero el principal foco fue la sublevación de Cartagena, que contó con el apoyo de parte de la Armada. Para sofocar estos levantamientos, Salmerón empleó a militares monárquicos, como los generales Martínez Campos y Pavía, que acabaron con el movimiento cantonal durante el verano de 1873.
La República Unitaria de Salmerón (18 de julio – finales de agosto) y de Castelar (septiembre de 1873 – 1 de enero de 1874)
Extendido por Andalucía y Levante, el cantonalismo provocó la renuncia de Pi i Margall, por oponerse a la intervención del Ejército para sofocarlo. Sus sucesores, Nicolás Salmerón (dimitirá por problemas de conciencia al no querer firmar penas de muerte) y Emilio Castelar, acabaron con el problema cantonalista, pero este último también dio un giro centralista y autoritario a la República. Para sofocar el último reducto cantonalista, Cartagena, y seguir enfrentándose a las insurrecciones carlistas y cubana, Castelar consiguió que el Congreso le otorgara plenos poderes mientras mantenían cerradas las Cortes. En su reapertura, en enero, los federalistas presentaron una moción de censura contra Castelar; la derrota del presidente precipitó la intervención del general de la Guardia Civil Manuel Pavía, quien disolvió las Cortes a la fuerza el 3 de enero de 1874.
El Fin de la República
Desprestigiada, sin apoyos entre las clases medias que cada vez estaban más asustadas por la deriva de los acontecimientos, y habiendo perdido también el apoyo de las clases populares por su giro conservador, la I República estaba condenada a extinguirse. Después de la disolución del Parlamento, tomó el poder una coalición de progresistas y unionistas con Serrano a la cabeza. Esta fórmula conservó el nombre de república, aunque en la realidad era un gobierno autoritario. Es la denominada república conservadora.
El 1 de diciembre de 1874, Alfonso, hijo de Isabel II, dio a conocer el Manifiesto de Sandhurst, donde se mostraba partidario de una monarquía liberal y católica. El 29 de diciembre de 1874 se produjo el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, proclamando a Alfonso XII como rey de España. A partir de aquí se inició una nueva etapa: la de la España de la Restauración.