La Decadencia de la Monarquía Hispánica en el Siglo XVII: De los Austrias Menores a la Crisis Sucesoria

Los Austrias del siglo XVII: el gobierno de validos y la crisis de 1640

El siglo XVII es el de los llamados Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), un periodo que supone la decadencia del imperio y la delegación del gobierno en personas de confianza: los validos.

El reinado de Felipe III y el Duque de Lerma

El valido de Felipe III fue el duque de Lerma. Este periodo de paz y recuperación económica fue mal aprovechado debido a la corrupción de su valido. En política interior, destaca la expulsión de los moriscos en 1609, con nefastas consecuencias demográficas y económicas.

Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares

Felipe IV nombró valido al Conde-Duque de Olivares, un político con una sincera voluntad de reforma. Sin embargo, sus proyectos más importantes no pudieron realizarse (un banco estatal, la unificación jurídica e institucional o la Unión de Armas) debido a la oposición a su centralismo por parte de Portugal, Aragón, Valencia y Cataluña.

La regencia durante la minoría de edad de Carlos II

La minoría de edad de Carlos II (1661-1700) hizo que el gobierno recayera en su madre, Mariana de Austria, y posteriormente en validos como Nithard, Valenzuela o don Juan José de Austria, en un clima creciente de inestabilidad política que se agudizó al final del reinado, cuando se planteó el problema sucesorio.

La crisis de 1640

La rebelión catalana

La causa inmediata de la rebelión catalana (1639) fueron los desmanes cometidos por los soldados destinados en el frente catalán con motivo de la Guerra de los Treinta Años contra Francia. La rebelión se extendió a Barcelona, donde un grupo de rebeldes vestidos de segadores asesinaron al virrey en la festividad del Corpus Christi (Corpus de Sangre de 1640). Los catalanes, con ayuda francesa, proclamaron la república bajo la protección de Luis XIII. La crisis, la peste y la opresión francesa provocaron su rendición, con la condición de que se respetaran sus antiguos fueros.

La independencia de Portugal

En Portugal, las causas inmediatas de la rebelión fueron el rechazo a la política centralista del valido, el aumento de los impuestos y las dificultades causadas al comercio por la participación en la Guerra de los Treinta Años. La rebelión condujo a la proclamación del duque de Braganza como rey con el nombre de Juan IV. Con la ayuda de Francia e Inglaterra, España tuvo que reconocer, finalmente, su independencia en 1668, ya bajo el reinado de Carlos II.

La Guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa

La hegemonía alcanzada en el siglo XVI se fue perdiendo a lo largo del siglo XVII. El reinado de Felipe III interrumpió la tendencia belicista, dando lugar a la llamada “pax hispánica”, con la firma del Tratado de Londres con Inglaterra y la Tregua de los Doce Años (1609-1621) con Holanda.

En 1621 subió al trono Felipe IV, quien se vio obligado a participar en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). En este conflicto, los Habsburgo (austríacos y españoles) se enfrentaron a los protestantes alemanes, apoyados por Holanda, Dinamarca y Suecia, a los que se unió la católica Francia, que derrotó a los españoles en las batallas de las Dunas y Rocroi.

La guerra terminó con la Paz de Westfalia (1648), que supuso para España la independencia definitiva de las Provincias Unidas (Holanda) y la pérdida de la hegemonía europea a favor de Francia. Pese a esto, España continuó su guerra en solitario contra Francia hasta la Paz de los Pirineos (1659), en la que se cedió el Rosellón, la Cerdaña y Artois, y se comprometió en matrimonio a la infanta española María Teresa con Luis XIV.

Durante el reinado de Carlos II, se reconoció la independencia de Portugal en 1668 y se fueron perdiendo territorios en Europa a favor de la Francia de Luis XIV en las paces de Aquisgrán, Nimega, Ratisbona y Ryswick. A la muerte de Carlos II, España solo conservaba en Europa parte de los Países Bajos, el Milanesado, Nápoles, Sicilia y Cerdeña.

Principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII y sus consecuencias

El siglo XVII, hasta 1680 aproximadamente, fue una etapa de profunda depresión en Europa (con la excepción de Inglaterra y Holanda), y especialmente en España. Esta crisis se debió en gran medida a la costosa política exterior, que gastó los ingresos ordinarios (metales preciosos e impuestos) y obligó a aumentar la presión fiscal y a devaluar la moneda.

Manifestaciones de la crisis

  • Descenso demográfico: Causado por las continuas guerras, la expulsión de los moriscos, la emigración a América, el aumento del número de clérigos y las crisis agrarias.
  • Endeudamiento de la Corona: Se incrementó hasta producirse hasta seis bancarrotas.
  • Medidas económicas de urgencia: Desorganizaron el sistema económico. Entre ellas destacan el aumento de la deuda pública (los juros), la acuñación de moneda de vellón (que provocó una enorme inflación), la creación de nuevos impuestos (como el de la sal), la venta de cargos públicos, la conversión de tierras de realengo en señoríos jurisdiccionales o la venta de títulos nobiliarios. Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para atajar el endeudamiento.

A la crisis contribuyó también la caída de la producción agraria, debida a la disminución de la mano de obra campesina, lo que produjo el abandono del cultivo de trigo en favor de la cebada y el centeno, destinados al alimento de los rebaños.

Como consecuencia de la crisis demográfica, disminuyó la ganadería ovina, acarreando la crisis de la industria textil castellana. A la vez, durante el siglo XVII, los extranjeros fueron acaparando el comercio con América, tanto a través de agentes españoles como por el contrabando. Con todo, la crisis se puede considerar finalizada hacia 1680, incluso antes en las regiones litorales.

Consecuencias sociales

La crisis del siglo XVII afectó a todas las capas sociales. La nobleza experimentó un aumento numérico debido a la venta de títulos. El número de religiosos también creció, ya que era una buena solución como medio de vida. La poca burguesía que existía tenía como máxima aspiración abandonar sus negocios e invertir sus beneficios en tierras, señoríos, rentas fijas o en la adquisición de títulos nobiliarios. El campesinado, en especial el de Castilla, fue el sector social más afectado por la crisis; muchos se endeudaron y llegaron a perder sus tierras, lo que agravó la situación de los que permanecían en las aldeas, pues tuvieron que pagar una cuota mayor de impuestos.

Crisis y decadencia de la Monarquía Hispánica: el reinado de Carlos II y el problema sucesorio

El reinado de Carlos II se desarrolló en un contexto de crisis general de la Monarquía Hispánica. Tras la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, España pasó a ser una potencia de segundo orden. La incapacidad del rey para gobernar hizo que su gobierno recayera en regentes y validos, y el poder del Estado se fue diluyendo, privatizándose muchas de sus funciones, a la vez que la aristocracia y la Iglesia aumentaban su poder.

Aunque a partir de 1680 se comenzó a remontar la crisis económica, no desaparecieron las revueltas sociales, como la Segunda Germanía de Valencia en 1693 (de carácter antiseñorial) o el Motín de los Gatos en Madrid en 1699 (provocado por el alza del precio del pan).

Política exterior y el problema sucesorio

En política exterior, su reinado comenzó con el reconocimiento de la independencia de Portugal en 1668. Más trascendencia tuvieron las guerras en las que España se vio envuelta por la política agresiva y expansionista de la Francia de Luis XIV. Entre las paces firmadas destacan la de Aquisgrán (pérdida de plazas en Flandes), Nimega (pérdida del Franco Condado), Ratisbona (pérdida de Luxemburgo) y Ryswick (en la que se recuperó Cataluña).

A la muerte de Carlos II, España solo conservaba en Europa parte de los Países Bajos, el Milanesado, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Sin embargo, el problema sucesorio fue el más importante. Hacia 1697, se intuía la muerte próxima del rey y, como este no tenía descendencia, se barajaron dos posibles sucesores: Felipe de Borbón, duque de Anjou (candidato francés), y Carlos de Austria (candidato de los Habsburgo). Carlos II se decantó por el primero, dejándolo como heredero al trono. El temor de algunas potencias a un bloque hispano-francés provocó, a la muerte del rey en 1700, la Guerra de Sucesión Española y la llegada de una nueva dinastía al trono español: los Borbones.