Europa Entreguerras: Crisis Democrática y el Ascenso del Totalitarismo (1919-1939)

El Panorama Político en el Periodo de Entreguerras

El Cuestionamiento de la Democracia y el Surgimiento de Ideologías Extremas

Surgieron corrientes ideológicas que cuestionaron la democracia. Una parte de los antiguos combatientes de guerra criticaban el sistema parlamentario, creando ligas de excombatientes (Alemania, Francia e Italia), que defendían posiciones antidemocráticas y que tuvieron cierta aceptación en algunos sectores sociales. En el lado opuesto a estas ideologías se situaba la extrema izquierda, que, siguiendo el modelo de la Revolución Rusa, apoyaba la implantación de la “dictadura del proletariado”. Se fundaron partidos comunistas, separados de los socialistas, lo que provocó la división de la izquierda marxista y debilitó el movimiento obrero. El comunismo se presentaba como una alternativa obrera a la democracia, sostenido por la clase trabajadora y grupos de intelectuales. Los regímenes democráticos entraron pronto en crisis. Tras el ascenso al poder de Mussolini en Italia, se multiplicaron las dictaduras.

Situación en las Principales Potencias

Francia: Inestabilidad Política y el Frente Popular

Para este país, la guerra supuso un gran coste material y humano, ya que fue el principal contrincante de Alemania y la contienda se desarrolló durante varios años en una parte importante de su territorio. Económicamente se recuperó pronto y fue la potencia menos afectada por el Crack del 29.

Hubo cierta inestabilidad política, con cinco gobiernos diferentes en poco tiempo, lo que facilitó la aparición de organizaciones como “Acción Francesa” (extrema derecha). Estos grupos provocaron desórdenes, causando la creación del Frente Popular (coalición antifascista de radicales, socialistas y comunistas), que ganó las elecciones de 1936, donde el socialista Léon Blum fue nombrado jefe de Gobierno. Se declararon mejoras sociales y laborales para los trabajadores, pero el gobierno solo duró dos años y el Frente Popular se disolvió.

Reino Unido: Crisis Industrial y la Cuestión Irlandesa

El atraso de la industria británica, debido a su antigüedad, tuvo como consecuencia un aumento del paro, que se agravó por los efectos de la crisis económica de 1929. El respeto general hacia el sistema democrático se puso de manifiesto en el Parlamento, en el que los extremismos de derecha e izquierda tuvieron escasa presencia. El Partido Laborista (socialista) garantizaba la defensa de los intereses de los trabajadores por medios democráticos, y la política de ese periodo estuvo presidida por el enfrentamiento entre el Partido Conservador y el Laborista.

Bajo el dominio británico, Irlanda había conocido graves enfrentamientos entre los nacionalistas (que luchaban por la independencia) y el ejército y la policía británicos. En las elecciones de 1919, se proclamó la independencia cuando los diputados independentistas irlandeses se negaron a participar en el Parlamento británico y constituyeron un Parlamento irlandés en Dublín. El Reino Unido respondió inicialmente con el empleo de la fuerza, pero en 1922 acabó reconociendo el Estado Libre de Irlanda. El Úlster (Irlanda del Norte) siguió siendo una provincia británica, donde continuaron los enfrentamientos entre probritánicos y proirlandeses.

Estados Unidos: Conservadurismo, Aislamiento y la Gran Depresión

El periodo entre 1920 y 1933 se caracterizó por el conservadurismo político, el aislamiento internacional y un espectacular desarrollo económico que puso fin a la crisis de 1929. El conservadurismo tuvo su máxima expresión en la promulgación de la Ley Seca (1919), que prohibía el consumo de bebidas alcohólicas. También se persiguió al movimiento obrero y se marginó a las organizaciones de izquierdas. Tras la guerra, triunfó el aislacionismo internacional, que se plasmó en la no ratificación del Tratado de Versalles y en la oposición a incorporarse a la Sociedad de Naciones. La mayoría de los estadounidenses acabaron considerando la Primera Guerra Mundial como un conflicto ajeno a su nación. Económicamente, Estados Unidos salió de la Gran Guerra como la primera potencia económica mundial, reforzada por la prosperidad de los años veinte (un periodo de consumismo y exaltación nacionalista que culminaría con la crisis del 29). A partir de ese momento, Estados Unidos emprendió un viraje progresista, que se plasmó con el triunfo del presidente Franklin D. Roosevelt (demócrata) en 1932.

Alemania: La Frágil República de Weimar

El régimen republicano fue proclamado el 9 de noviembre de 1918, y tuvo que hacer frente inmediatamente a una doble oposición. Por un lado, los espartaquistas, que promovieron una revolución de carácter bolchevique que fue aplastada, y sus principales dirigentes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, asesinados. Por otro lado, la derecha también se opuso a la República, acusando a los gobernantes demócratas de traidores por haber aceptado el Tratado de Versalles. El régimen democrático alemán recibió el nombre de República de Weimar porque fue en esta ciudad donde se redactó la nueva Constitución. Su base política era reducida (compuesta por centristas y socialdemócratas) y tuvo que hacer frente a problemas muy graves, como la impopularidad del Tratado de Versalles, la hiperinflación y la crisis económica de 1929. La crisis política se unió a la crisis económica. En las elecciones de 1930, la extrema derecha nazi y los comunistas recibieron un tercio de los votos, y en las elecciones de 1932 contaron con la mitad del electorado. Al año siguiente, Adolf Hitler (líder del partido nazi), fue nombrado canciller con el apoyo de los partidos de derecha y centro, que veían el nazismo como un valioso aliado contra el comunismo.

Intentos de Distensión Internacional en los Años Veinte

Una serie de convenios internacionales, firmados a lo largo de los años veinte, sentaron las bases de una paz temporal entre las potencias. Sin embargo, había una cuestión que dificultaba las relaciones entre los Estados: las reparaciones que Alemania tenía que pagar según el Tratado de Versalles. Esta enorme carga económica tuvo consecuencias catastróficas para la economía alemana (se llegó a ocupar la cuenca del Ruhr para obligar a Alemania a pagar sus deudas, pero la ruina del país era total). La situación económica de Alemania obligó a una revisión de las reparaciones. El Plan Dawes (1924) y el Plan Young (1929) redujeron las cantidades que Alemania tenía que pagar, lo que permitió la recuperación de la economía germana y la mejora de las relaciones entre los antiguos enemigos. El ambiente de distensión facilitó la firma de acuerdos importantes. El primero fue el Tratado de Rapallo (Alemania y Rusia) en 1922, que supuso el fin del aislacionismo internacional de ambas naciones y el inicio de un periodo de buenas relaciones. Más importante fue el Pacto de Locarno (1925), que estableció una garantía mutua de las fronteras entre Alemania, Francia y Bélgica. Esto significaba la aceptación por parte de Alemania de las fronteras fijadas en el Tratado de Versalles, al tiempo que se revisaban sus deudas y comenzaba su incorporación a los organismos internacionales; Alemania fue admitida en la Sociedad de Naciones. El Pacto Briand-Kellogg (1928) acordó la renuncia a la guerra y fue firmado por 60 Estados (Briand, Kellogg y Stresemann recibieron el Premio Nobel de la Paz por estos esfuerzos).

El Fascismo Italiano: Orígenes y Consolidación

Características Ideológicas del Fascismo

  • Ideología antidemocrática y antiparlamentaria que acusaba a los sistemas democráticos de promover la división entre los ciudadanos y fomentaba la sumisión del individuo al Estado.
  • El Estado estaba dirigido de forma totalitaria por un líder carismático (Duce en Italia) y las libertades individuales eran suprimidas; solo existía un partido único y no se celebraban elecciones libres. Se promovía un intenso culto a la personalidad del jefe mediante la propaganda.
  • El Estado intervenía en la economía con el objetivo de conseguir la autosuficiencia del país (autarquía).
  • El Estado dominaba todos los aspectos de la sociedad: cualquier forma de oposición era duramente reprimida y se controlaba férreamente la educación y los medios de comunicación.
  • Se impuso un nacionalismo exacerbado y expansionista, que exigía la creación de un imperio colonial para demostrar la grandeza nacional.
  • Se desarrolló un culto a la violencia y al militarismo, donde no se trataba de convencer al contrario, sino de eliminarlo por cualquier método; se crearon grupos armados que adoptaron un estilo y disciplina militares.
  • Desconfianza hacia la razón y la intelectualidad, primando la acción y la voluntad.

El Ascenso de Mussolini al Poder y la Dictadura Fascista

Mussolini llegó al poder gracias a la creciente fuerza del partido fascista y los apoyos de influyentes grupos sociales, y lo llevó a cabo mediante la Marcha sobre Roma de sus militantes en octubre de 1922. Las excusas para esta acción fueron la supuesta incapacidad del Gobierno para asegurar el orden público y la necesidad de reconstruir la política italiana. El Gobierno intentó oponerse a las acciones de los fascistas, pero fue desautorizado por el rey Víctor Manuel III; ante este hecho, el gobierno dimitió y el monarca nombró a Mussolini primer ministro. Poco a poco, Mussolini fue transformando la democracia en una dictadura, logrando plenos poderes del Parlamento y convocó elecciones en las que, mediante la intimidación y el fraude, obtuvo el 65 % de los votos. Tras las protestas de los partidos de izquierda y de la derecha tradicional, Mussolini abolió los partidos políticos, la prensa sufrió severas represiones y los oponentes políticos fueron perseguidos.

Mussolini construyó la estructura del Estado fascista como un Estado totalitario —porque, según su visión, era “de todos y para todos”— y concentró un poder absoluto que se resumía en la frase: “El Duce siempre tiene razón”. Las organizaciones fascistas se convirtieron en organismos estatales y controlaron toda la administración, de la que fueron apartando a miembros de otros partidos. El partido y el Estado se confundían; los ideales fascistas se inculcaban en la juventud por medio de una intensa propaganda y el control de la educación. La mayor parte de los ciudadanos fueron encuadrados en nuevas instituciones como organizaciones juveniles, deportivas y de ocio, entre otras. Los contrarios al fascismo fueron perseguidos por la policía política (OVRA), juzgados por tribunales especiales y acabaron en prisión, confinados en regiones remotas o exiliados. Mussolini pretendió legitimarse ante el pueblo italiano mediante la realización de grandes obras públicas (autopistas, mejora del ferrocarril, grandes edificios), la implantación de medidas proteccionistas contra la competencia exterior y la búsqueda de la autarquía.

En el terreno social, el fascismo se definió por el corporativismo (un sistema de representación por sectores productivos que pretendía el consenso entre patronos y trabajadores), donde el Estado actuaba como árbitro en las disputas para, teóricamente, superar los enfrentamientos entre ambas fuerzas sociales. Se introdujo la seguridad social y las vacaciones pagadas, lo que le permitió ganar cierta popularidad entre los trabajadores. El Duce también puso fin a la disputa histórica entre Italia y la Santa Sede con la firma de los Tratados de Letrán en 1929. En estos, se reconocía la soberanía del Papa en la Ciudad del Vaticano, se compensaba económicamente a la Iglesia y se le otorgaba un papel destacado en la educación. Con ello, Mussolini consiguió el apoyo de gran parte de los católicos. A mediados de los años treinta, la dictadura fascista era firme y la política de Mussolini era aceptada e incluso admirada por algunos sectores en muchos países. No obstante, detrás de las grandes obras y las grandilocuentes manifestaciones de aceptación al régimen, se ocultaba un país atrasado y con un bajo desarrollo económico.

El Nazismo Alemán: La Imposición del Tercer Reich

Adolf Hitler y la Ideología Nacionalsocialista

El nazismo es inseparable de la figura de su dirigente, Adolf Hitler. El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), o partido nazi, formaba parte de la extrema derecha nacionalista. Comenzó siendo un pequeño partido de poca importancia, del cual Adolf Hitler se convirtió en su principal dirigente y orador. En 1923, los nazis y algunos militares llevaron a cabo un intento de golpe de Estado en Múnich (el Putsch de Múnich), que fracasó. Por ello, Hitler fue condenado a cinco años de cárcel (de los que solo cumplió nueve meses), tiempo durante el cual escribió Mein Kampf (Mi Lucha). Esta obra resume sus principales ideas políticas:

  • Nacionalismo exacerbado y pangermanismo.
  • Derogación del Tratado de Versalles, considerado una humillación para Alemania.
  • Racismo extremo, centrado en la doctrina de la superioridad de la “raza aria”.
  • Antisemitismo virulento, considerando a los judíos como el principal enemigo de Alemania y del mundo.
  • Expansionismo territorial (Lebensraum o espacio vital) hacia el este de Europa.
  • Desprecio por la democracia liberal y el parlamentarismo.
  • Odio visceral al socialismo, al comunismo y al movimiento obrero organizado.

Proponía un Estado fuertemente centralizado y un jefe carismático (el Führer) que asumiría la realización del “destino alemán”. Hitler eliminó cualquier oposición interna en el partido y consolidó su autoridad. El partido nazi era conocido por la violencia de sus Secciones de Asalto (SA) contra comunistas, socialistas y judíos. Además, los efectos del Crack de 1929 y la consiguiente crisis económica hicieron crecer el apoyo al nazismo, especialmente entre las clases medias arruinadas y desempleadas. Nunca logró convencer mayoritariamente a los obreros industriales ni a los grandes burgueses tradicionales, que a menudo consideraban a Hitler y sus seguidores como vulgares; no obstante, los nazis consiguieron importantes apoyos económicos de algunos grandes industriales que veían en ellos una barrera contra el comunismo.

La Conquista del Poder por Hitler

Durante las sucesivas elecciones, los comunistas habían pasado de 54 a 100 diputados y los nazis de 12 a 196 escaños, mientras los partidos de centro (SPD y Zentrum) se estancaban o retrocedían. En las elecciones de julio de 1932, el partido nazi fue el más votado, aunque sin mayoría absoluta. El presidente Paul von Hindenburg (un militar conservador que presidía la República), invitó a Hitler a dirigir un gobierno de coalición derechista el 30 de enero de 1933. En este gobierno había una mayoría de ministros conservadores, y los nazis ocuparon solo dos carteras, entre ellas el crucial Ministerio del Interior. De inmediato, el nuevo gobierno convocó elecciones generales, las terceras en apenas siete meses. Durante la campaña electoral, el edificio del Parlamento, el Reichstag, fue incendiado. Este hecho, del que se responsabilizó a un comunista holandés, sirvió de excusa para lanzar una violenta campaña de represión contra la oposición, especialmente el Partido Comunista, durante la cual numerosos militantes fueron detenidos. Hoy se sabe que el incendio fue probablemente perpetrado o facilitado por los mismos nazis. Se proclamó el Decreto para la Protección de la Nación y el Estado, que concedía amplios poderes a la policía y suspendía derechos fundamentales, siendo considerado la primera ley de la dictadura hitleriana.

Las elecciones de marzo de 1933 dieron el triunfo a los nazis y a sus aliados nacionalistas, pero no en número suficiente como para poder modificar la Constitución. Para ello, necesitaban el apoyo de los partidos centristas, y lo consiguieron mediante promesas y amenazas. El Parlamento aprobó la Ley Habilitante (o Acta de Habilitación), que otorgaba a Hitler plenos poderes legislativos durante cuatro años, al margen del Parlamento. Los partidos de izquierda fueron ilegalizados y sus bienes confiscados, y los moderados se disolvieron; finalmente, una ley convirtió al partido nazi en el único legalmente autorizado. El paso siguiente para consolidar el poder absoluto de Hitler fue eliminar a los dirigentes nazis del ala más “social” del partido, encabezados por Ernst Röhm, líder de las SA, que defendían supuestas mejoras para los obreros y representaban una posible amenaza al poder de Hitler y a sus alianzas con el ejército y los industriales. De esta manera, pretendía contentar a los dirigentes conservadores, a los industriales y al ejército. El 30 de junio de 1934, unos 330 miembros de las SA, junto con diversos adversarios políticos de Hitler, fueron asesinados en la llamada “Noche de los Cuchillos Largos”. Toda oposición significativa dentro del partido quedó así eliminada. Tras la muerte de Hindenburg (agosto de 1934), no se eligió un nuevo presidente de la República, sino que Hitler acumuló los cargos de canciller y presidente, autoproclamándose Führer (líder y canciller del Reich). Los trabajadores fueron obligados a afiliarse al Frente Alemán del Trabajo y las distintas iglesias fueron toleradas siempre que prestasen apoyo o no se opusieran activamente al régimen.

La Dictadura Nazi: Terror, Control Social y Política Racial

La Administración fue inmediatamente depurada de opositores y judíos, y controlada por el partido nazi. Una vez Hitler se convirtió en jefe del ejército, los oficiales debieron prestarle juramento de fidelidad personal. La oposición fue sistemáticamente eliminada, y sus dirigentes, detenidos, asesinados o exiliados. En 1933, se establecieron los primeros campos de concentración, donde se encarceló a dirigentes de la oposición política y sindical, y progresivamente a otros grupos considerados “indeseables”. La Gestapo (Policía Secreta del Estado) y las SS (Schutzstaffel, Escuadrones de Protección), una organización paramilitar de élite, actuaban con total impunidad, instaurando un temible Estado policial. Heinrich Himmler fue nombrado jefe de todas las fuerzas policiales del Reich y líder de las SS.

Una de las bases ideológicas fundamentales del nazismo era su concepción racista de la historia. Para Hitler, los alemanes pertenecían a la “raza aria” (considerada superior), que supuestamente había realizado todas las grandes creaciones de la humanidad y, por ello, debía imponerse a los pueblos considerados “inferiores”: latinos, eslavos, gitanos y, de manera primordial, los judíos (a quienes Hitler culpaba de la decadencia de Alemania y de todos los males del mundo). Por eso, el régimen persiguió y asesinó a todo aquel que no era considerado racialmente “puro” o “perfecto”: personas con enfermedades mentales, discapacidades físicas y homosexuales, además de implantar una sistemática y brutal política antisemita. Primero, se prohibió a los judíos que ejercieran la mayoría de las profesiones y se les excluyó de la vida pública. En 1935, mediante las Leyes de Núremberg, se prohibieron los matrimonios y las relaciones sexuales entre judíos y “arios”, se les privó de la ciudadanía alemana y los judíos comenzaron a ser sistemáticamente discriminados y maltratados físicamente. En 1938, a raíz del asesinato de un diplomático alemán en París por un joven judío, se desató la “Noche de los Cristales Rotos” (Kristallnacht): decenas de judíos fueron asesinados, sus tiendas y propiedades saqueadas, las sinagogas incendiadas y miles de ellos fueron internados en campos de concentración. Muchos tuvieron que exiliarse a otros países de Europa y América (como Albert Einstein o el escritor Thomas Mann). Pero lo peor aún estaba por llegar: en plena Segunda Guerra Mundial, Hitler ordenó la implementación de la denominada “Solución Final” al problema judío. Millones de judíos y gitanos de Alemania y de los países ocupados fueron deportados a campos de exterminio, donde se estima que más de seis millones de judíos fueron asesinados en lugares como Treblinka, Auschwitz-Birkenau, Mauthausen y Płaszów, entre otros, en el genocidio conocido como el Holocausto.

El encuadramiento de los diversos grupos sociales se llevó a cabo rápidamente. El partido nazi y sus múltiples organizaciones se convirtieron en los instrumentos para el control total del individuo. La obediencia ciega al Führer se convirtió en una obligación. Las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend), divididas por sexo y edad, se encargaban del adoctrinamiento ideológico de niños y jóvenes; el deporte y las actividades paramilitares se promovían como manifestaciones de la supuesta superioridad de la “raza aria”. Disueltos los sindicatos libres, se creó el Frente del Trabajo, en el que se integraban obligatoriamente patronos y trabajadores bajo el control del Estado. En el ámbito económico, el nazismo logró una recuperación temporal mediante un fuerte intervencionismo estatal, orientado a la autarquía (autosuficiencia económica) y, fundamentalmente, al rearme. La recuperación se basó en la realización de grandes obras públicas y en el crecimiento exponencial de la industria armamentística, como consecuencia de la agresiva política de remilitarización. El efecto inmediato fue una drástica reducción del paro y un considerable aumento del personal militar. Los grandes beneficiados fueron la gran industria y la banca, que aceptaron el control económico a cambio de obtener lucrativos contratos del Estado y la sumisión de la clase trabajadora. La economía alemana, entre 1933 y 1939, estuvo progresivamente orientada a la preparación para la guerra.

La propaganda, dirigida magistralmente por Joseph Goebbels, jugó un papel fundamental como método para convencer y manipular a la población. La vida cultural, intelectual, artística y la educación pasaron a ser estrictamente supervisadas y censuradas. Se pretendía que la nueva juventud alemana fuera “aria” y adoctrinada en el nacionalsocialismo. Las universidades fueron depuradas de judíos y de opositores al régimen; los libros considerados “peligrosos” o contrarios a la ideología nazi fueron quemados públicamente y desaparecieron de las bibliotecas, y se retiraron de los museos las obras de arte moderno calificadas como “arte degenerado” (Entartete Kunst). Un implacable régimen de sumisión, terror y persecución se había cernido sobre Alemania.