El Siglo XVII en España: Decadencia, Crisis y los Reinados de los Austrias Menores
Durante este siglo, los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) continuaron reinando en los reinos hispanos. El siglo XVII marcó la pérdida progresiva de la hegemonía española, que fue reemplazada por la preponderancia francesa en Europa. Este siglo también fue testigo de una profunda crisis europea, manifestada en diversos grados: en Alemania, como consecuencia de la Guerra de los Treinta Años; y en España, donde la crisis se reflejó de manera aguda en tres ámbitos:
- Demográfico: Caída de la población.
- Económico: Ruina y estancamiento.
- Social: Consolidación de privilegiados y falta de una burguesía dinámica.
La crisis económica se hizo visible desde los primeros años del reinado de Felipe III. Los factores que explican la ruina de la economía fueron:
- Las malas cosechas.
- Los elevados costes.
- La caída del oro y la plata procedentes de América.
- Los altos impuestos.
Esta crisis económica tuvo una profunda repercusión social: los privilegiados consolidaron aún más su posición, mientras que no lograba constituirse una burguesía dinámica y de negocios que impulsara el crecimiento económico del país. Este panorama desastroso se reflejó especialmente en la pintura y la literatura de la época. Un elemento común a estos tres reinados fue la consolidación de la política absolutista.
El Reinado de Felipe III (1598-1621): Paz y Expulsión de los Moriscos
Fue un reinado pacífico, donde se pretendió mantener la hegemonía por la vía diplomática más que por la fuerza de las armas. Felipe III firmó la paz con Inglaterra y, con los rebeldes de los Países Bajos (Holanda), la Tregua de los Doce Años en 1609. Esta decisión fue motivada por la crisis de los últimos años. Dicha paz duró hasta 1618, con el estallido de la Guerra de los Treinta Años.
España participó en esta guerra apoyando a los Austrias alemanes. En la primera etapa del conflicto, los Austrias se impusieron, ganando la Batalla de la Montaña Blanca en 1620. Esta guerra comenzó como un conflicto localizado en el Imperio Alemán entre protestantes y católicos.
En el ámbito interior, se inició el gobierno de los validos, donde el monarca delegaba sus tareas en una persona de confianza, en este caso, el Duque de Lerma, quien inició su privanza en 1599.
En 1609, se llevó a cabo la expulsión de los moriscos, un proceso que duró hasta 1614. Aproximadamente 300.000 moriscos fueron llevados al norte de África, lo que resultó muy perjudicial, sobre todo para Valencia y Aragón, donde eran numerosos y se dedicaban al trabajo del campo, beneficiando principalmente a los nobles.
El Reinado de Felipe IV (1621-1665): La Crisis Toca Fondo y la Pérdida de Portugal
Política Interior: La Unión de Armas y las Sublevaciones
Los conflictos internacionales se sumaron a problemas internos de índole económica y a diferencias territoriales peninsulares. Estos fueron provocados por la política centralista del Conde-Duque de Olivares, quien pretendía que los reinos periféricos participaran en los esfuerzos bélicos al igual que Castilla. Esto terminó provocando la sublevación de Cataluña y Portugal.
Este proyecto, conocido como la Unión de Armas, fue presentado en 1625. En 1635, tras la finalización de la Guerra de los Treinta Años, el Conde-Duque quiso llevar la guerra contra Francia a Cataluña para involucrar a la región. Los choques entre la población y el ejército se endurecieron, y el descontento popular alcanzó su momento culminante el día del Corpus, el 7 de junio de 1640, cuando una multitud de segadores se adueñó de Barcelona, dando lugar a la muerte del Conde de Santa Coloma.
Las autoridades catalanas se separaron del gobierno español y buscaron el apoyo del francés Luis XIII, quien fue proclamado Conde de Barcelona. Sin embargo, los franceses también provocaron el descontento de los catalanes, y Cataluña fue recuperada por las tropas reales en 1652. Felipe IV actuó con clemencia hacia los rebeldes, evitando represalias severas.
En cuanto a la sublevación de Portugal, Olivares solicitó tropas a los portugueses, quienes se negaron y se rebelaron en diciembre de 1640, proclamando rey al Duque de Braganza con el nombre de Juan IV. Este levantamiento contó con el apoyo de Francia, Holanda e Inglaterra. España reconoció la independencia de Portugal en 1668, bajo el reinado de Carlos II.
Política Internacional: La Pérdida de la Hegemonía
La Guerra de los Treinta Años, iniciada en 1618, seguía abierta. En 1621, los Países Bajos volvieron a ser un foco de conflicto para España tras la muerte del Archiduque Alberto de Austria, reanudándose la guerra al terminar la Tregua de los Doce Años. Los holandeses se unieron a los enemigos de los Austrias, y así la rebelión holandesa pasó a ser un capítulo de una guerra europea. Intervinieron en esta guerra contra los Austrias primero Dinamarca y luego Suecia.
Desde 1635, Francia intervino, y la guerra concluyó con la Paz de Westfalia en 1648. España reconoció la independencia de Holanda, pero decidió continuar la guerra contra Francia. Inglaterra se puso a favor de Francia y ocupó la isla de Jamaica en 1655. La firma de la paz con Francia, tras la derrota de las Dunas en 1658, fue la Paz de los Pirineos en 1659.
Para España, la Paz de los Pirineos supuso la pérdida de la provincia de Artois en los Países Bajos, diversas plazas flamencas y los territorios catalanes del Rosellón y la Cerdaña. De esta manera, la frontera entre ambos países quedó establecida como la actual, siendo hoy en día la más antigua de Europa. También se acordó el matrimonio de Luis XIV con la infanta española María Teresa de Austria, de cuyo matrimonio sería nieto Felipe de Anjou, futuro rey de España tras la muerte de Carlos II. La Paz de los Pirineos señaló el fin de la hegemonía española en Europa.
El Reinado de Carlos II (1665-1700): El Último Austria y el Problema Sucesorio
La regencia de Mariana de Austria, durante la minoría de edad de su hijo Carlos II, se caracterizó por el intento de la nobleza de recuperar el poder que había perdido debido a la consolidación de la monarquía absoluta. Esto se manifestó, por ejemplo, con la Junta de Gobierno, impuesta por voluntad de Felipe IV, que mermaba las ansias de poder de la alta nobleza.
La regencia y el reinado de Carlos II se caracterizaron por el neoforalismo en los reinos de la Corona de Aragón y el neofeudalismo, que acabó con la figura del valido. Este neofeudalismo fue combatido por el hijo bastardo de Felipe IV, Don Juan José de Austria, quien tomó Madrid autoproclamándose primer ministro de la Corona. Sus sucesores en el cargo, el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa, destacaron por la imposición de una serie de reformas económicas que buscaron paliar la crisis de la monarquía, y cuyos efectos positivos se verían un siglo más tarde.
Socialmente, el reinado de Carlos II asistió a numerosas sublevaciones en Cataluña, Valencia y Madrid entre los años 1688 y 1699.
Política Internacional y el Problema de la Sucesión
A nivel internacional, su reinado estuvo dominado por las guerras contra Francia y el crucial problema de la sucesión. Tras varias guerras contra la Francia de Luis XIV, España perdió el Franco Condado y varias plazas de Flandes.
En cuanto al problema sucesorio, Carlos II se casó dos veces, pero no tuvo hijos. Al margen de la dinastía, las potencias europeas, sobre todo Francia y el Imperio Alemán, se plantearon el reparto de la monarquía española a espaldas del gobierno español, lo que causó gran indignación en España.
Carlos II, en su testamento, debía decidirse entre tres candidatos:
- Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV).
- El Archiduque Carlos de Austria (hijo del emperador Leopoldo I de Austria).
- José Fernando de Baviera.
En 1700, poco antes de morir, Carlos II designó como heredero al candidato francés. Sin embargo, su testamento no pudo evitar el estallido de la Guerra de Sucesión a la Corona Española, en la que se vieron implicadas todas las potencias europeas interesadas en sacar partido de España.