España en el Siglo XIX: Crisis, Guerra y Revolución Liberal (1808-1833)

La Crisis de 1808 y la Guerra de Independencia

La crisis de 1808 es decisiva. El Motín de Aranjuez, el 19 de marzo, supuso la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, Fernando VII. Godoy se había ganado la oposición de la nobleza y también del clero debido a la desamortización de bienes de algunas órdenes. Dentro del pueblo, la subida de precios e impuestos por las sucesivas guerras hizo crecer el odio hacia el gobierno. La primera fase del gobierno de Fernando VII fue muy breve. El malestar general por la entrada de las tropas en virtud del Tratado de Fontainebleau (1807) crecía: ocupaban lugares estratégicos; los numerosos excesos de los franceses en la capital irritaban a parte de la población; y corría el rumor del secuestro de la familia real, ya que habían sido llamados a Bayona por Napoleón. Estas fueron las causas del levantamiento de Madrid el 2 de mayo. Ni los militares ni la nobleza fueron líderes de este alzamiento producido espontáneamente, sino las clases populares de Madrid. Fue en el Parque de Artillería de Monteleón donde Daoiz y Velarde protagonizaron una resistencia durísima. Todos estos disturbios fueron sofocados por las tropas francesas del general Murat, quien decretó la ley marcial. El 3 de mayo tuvieron lugar los fusilamientos, tragedia que ilustró Goya. Los reyes protagonizaron las Abdicaciones de Bayona. Carlos IV exigió la abdicación de su hijo Fernando VII, quien cedió el trono a Napoleón, pero el pueblo no aceptó dichas disposiciones. Aquí tenemos el inicio de la Guerra de la Independencia. El 6 de junio nombró rey de España a su hermano José I Bonaparte.

El 8 de julio publicó una especie de carta otorgada, el Estatuto de Bayona. Durante las Abdicaciones de Bayona, se había formado un gobierno, la Junta Suprema, que había tomado el mando en ausencia del rey. Espontáneamente, ante la presencia de las tropas francesas, se organizaron Juntas Militares de Defensa. Esto ocurrió ante el vacío de poder y la necesidad de coordinación y defensa del territorio. El día de la coronación de “Pepe Botella” se produjo el alzamiento de Valdepeñas, donde el ejército francés fue atacado a su paso por Valdepeñas por el populacho y tuvo que retirarse. El ejército español estaba desorganizado, pero el general Castaños, tras reunir regulares y voluntarios, derrotó al general francés Dupont en la Batalla de Bailén (1808). Consecuencias:

  • La noticia se extendió por toda la península y forzó al rey José I a abandonar Madrid.
  • Fue la primera gran derrota de los ejércitos napoleónicos.
  • Napoleón tuvo que acudir a la península con la “Grande Armée”.

La llegada de los franceses abrió una división entre quienes los apoyaban y quienes rechazaban la monarquía de José I. Los primeros fueron llamados “afrancesados”, un término empleado para designar a los colaboracionistas y a los liberales en general; por otro lado, estaban los “patriotas”.

Las Cortes españolas, que se consideraban el gobierno legítimo, ordenaron la disolución de los señoríos en 1811. En 1812 se publicó la Constitución de Cádiz. Ese mismo año, Napoleón invadió Rusia, llevándose las mejores tropas y dejando en la península tropas de segunda. Los ingleses, al mando del duque de Wellington, liberaron Portugal. Destacan las batallas de los Arapiles (1812) y las batallas de Vitoria y San Marcial (1813). Después, José I tuvo que evacuar España y firmó el Tratado de Valençay en 1813, que supuso la retirada de los franceses de España y la vuelta de Fernando VII.

La Revolución Liberal, las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

El término “revolución liberal” hace referencia a los cambios que sustituirían al Antiguo Régimen por un régimen liberal, basado en ideas políticas y económicas de la Ilustración. Estos cambios se fueron haciendo durante la guerra, tanto por el gobierno de José I (Estatuto de Bayona, suspensión de órdenes religiosas) como por el gobierno legítimo de las Cortes de Cádiz y la Junta Central Suprema (supresión de señoríos). La obra más importante de la “revolución liberal” fue, sin duda, la Constitución de 1812.

Formación de las Cortes

La Junta Central Suprema decidió convocar las Cortes de Cádiz en 1809, aun en ausencia del rey. Estas fueron reunidas en Cádiz, ya que era una ciudad comercial, había albergado la Casa de Contratación y contaba con un gran número de burgueses simpatizantes de las ideas liberales. Desde el comienzo de sus reuniones en 1810, había tres grupos de diputados: liberales, absolutistas (nobleza y clero) y los reformistas ilustrados, partidarios de cambios menos radicales. El juramento de la Constitución el 19 de marzo hizo que se conociera popularmente como “La Pepa”. Sus principios básicos son:

  • La Soberanía Nacional: idea promulgada por Rousseau. La soberanía residía en la nación, que es el conjunto de todos sus habitantes, incluyendo las colonias españolas.
  • La División de Poderes: idea que desarrolló Montesquieu. Se dividía en: Legislativo (la elaboración de leyes recaía en las Cortes); Ejecutivo (gobierno formado por el rey con los ministros); y Judicial (residía en los tribunales).
  • Reconocimiento de derechos individuales (imprenta, propiedad, etc.).
  • Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley: Igualdad jurídica (todos estaban sometidos a las mismas leyes y a los mismos tribunales); Igualdad fiscal (pagar en proporción a la fortuna); Todos los españoles estaban obligados a defender la patria por las armas.

La Constitución de Cádiz fue una Constitución muy avanzada para la época y estaba bien estructurada.

Sexenio Absolutista (1814-1820)

El Tratado de Valençay en 1813 preveía la liberación y vuelta de Fernando VII a España, pero no se produjo hasta 1814. Se le llamaba Fernando “El Deseado”, ya que la llegada del rey se entendía como una vuelta a la normalidad. Pero no todos los sectores políticos esperaban lo mismo de él: los doceañistas esperaban que jurase la Constitución y, por otro lado, los absolutistas esperaban la vuelta al régimen anterior. 69 diputados de Cádiz firmaron el Manifiesto de los Persas, en el que solicitaban la vuelta del antiguo régimen y se lo entregaron a Fernando VII a su llegada (1814). Mediante su Decreto del 4 de mayo, restableció el Antiguo Régimen: anuló la Constitución; disolvió las Cortes; inició la persecución de los afrancesados y también de los liberales en general; se restablecieron los privilegios, la Inquisición, etc.

En las colonias, el envío de tropas al mando del general Morillo en 1815 restableció la obediencia a la Corona, excepto en el Río de la Plata. Pero los problemas económicos seguían siendo muy graves. Entretanto, los liberales organizaron su oposición. Buscaron tomar el poder por la fuerza con los pronunciamientos, golpes militares asestados contra el poder para implantar reformas políticas. Estos pronunciamientos los protagonizaron Porlier, Lacy o Espoz y Mina, pero todos fracasaron. Otra forma de oposición fue la política, protagonizada por sociedades y clubes secretos y por la masonería. Un ejemplo fue la Conspiración del Triángulo (1816), forjada a través de la masonería, donde se pensaba asesinar al rey o secuestrarlo para hacerle jurar la Constitución.

Trienio Liberal (1820-1823)

Este periodo se abrió con el primer pronunciamiento con éxito, el del coronel Riego. Este se volvió contra el gobierno para forzar a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz. La primera consecuencia del éxito liberal fue la independencia de la mayoría de las colonias americanas. Por primera vez, se aplicaba la Constitución de 1812 con el monarca en el país, pero Fernando VII, convencido absolutista, trató de obstruir la Constitución, provocando la escisión de los gobiernos liberales. Los doceañistas pretendieron modificar la Constitución buscando un acuerdo con el rey; se convertirían en los moderados. Los veinteañistas pedían simplemente la aplicación estricta de la Constitución de 1812; serían denominados progresistas. Esta división introdujo una gran inestabilidad política. Aplicaron una política claramente anticlerical con la supresión definitiva de la Inquisición, entre otras medidas. El enfrentamiento con la Iglesia fue un elemento clave de la revolución liberal.

Las potencias absolutistas (Prusia, Austria, Rusia y la Francia de Luis XVIII), reunidas en el Congreso de Viena y unidas en la Santa Alianza, se habían comprometido a intervenir ante cualquier amenaza a la Restauración (Antiguo Régimen). En 1822, un Congreso en Verona acordó la intervención en España. En abril de 1823, un ejército francés conocido como los “Cien Mil Hijos de San Luis” entró y conquistó fácilmente el país. El 1 de octubre repuso como monarca absolutista a Fernando VII. Riego fue ahorcado.

Década Ominosa (1823-1833)

La presencia de las tropas francesas hasta 1828 permitió a Fernando VII restablecer de nuevo el absolutismo con algunas reformas. En 1824, tras la Batalla de Ayacucho, se desmoronó el poder español en América. San Martín liberó Chile, y de ahí se dirigió hacia Perú. Por su parte, Bolívar independizó Nueva Granada. En México también estalló la rebelión en 1821. Consecuencias de la independencia de las colonias: ruina de la industria y el comercio que generaba el monopolio comercial con América, y solo quedaron en manos españolas Puerto Rico, Cuba y Filipinas.

La situación económica no mejoró hasta que el ministro López Ballesteros reformó la Hacienda. Tras la marcha de los franceses, hubo pronunciamientos, el más conocido es el protagonizado por Torrijos en 1831. El asunto más acuciante para el rey fue el problema sucesorio. No tuvo hijo varón y, según la Ley Sálica, impuesta por los Borbones, antes que cualquier fémina debía heredar el trono un varón en la misma línea. Así, la cuestión sucesoria ponía la corona en manos de su hermano Carlos María Isidro, de ideología absolutista. En 1830 tuvo una hija, Isabel, por lo que publicó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica y permitía a las mujeres acceder al trono español en ausencia de herederos varones. El rechazo de Carlos María Isidro a dicho documento conllevó el comienzo del Conflicto Carlista en 1833.