El Movimiento Obrero en la España del Siglo XIX
El movimiento obrero surge ante la creciente importancia del proletariado industrial, especialmente en Cataluña, debido a su floreciente industria textil. Aunque minoritario en la sociedad española, este sector estuvo en auge a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX.
Condiciones de vida del Proletariado
Los obreros vivían en condiciones muy duras:
- Jornadas laborales: De 12 a 14 horas diarias, incluyendo el trabajo infantil.
- Salud y Salarios: La esperanza de vida era baja y los salarios, ínfimos.
- Vivienda: Los barrios obreros carecían de condiciones mínimas de salubridad e higiene.
- Indefensión: El obrero estaba indefenso contra el paro o la enfermedad.
A mediados del siglo XIX, reaccionaron los primeros grupos, dando lugar al «movimiento obrero». Inicialmente, eran grupos minoritarios con poca fuerza que aprovechaban las mutuas (asociaciones obreras de carácter benéfico y no reivindicativo), permitidas por la ley. En Barcelona, a mediados del siglo, aparecen las primeras asociaciones obreras de carácter sindical.
Hasta el Sexenio Democrático, la protesta se expresaba en los motines de subsistencia o en las protestas en contra de los consumos y de las quintas. El proletariado industrial y los campesinos adquieren la «conciencia de clase» que les lleva a combatir frente a la burguesía para poder conseguir sus objetivos, asociándose en sindicatos y partidos obreros. Es importante destacar que el ludismo no tuvo éxito en España.
La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)
La AIT, conocida como la Primera Internacional, fue un intento de unir al proletariado para defender sus derechos frente a la burguesía. Se fundó en Londres, y pronto surgieron dos versiones principales: la anarquista y la marxista.
Antes de la Revolución de 1868, los sindicatos estaban prohibidos por la ley. A la caída de Isabel II, se inició el movimiento obrero en Madrid (marxistas) y Barcelona (anarquismo). En la Constitución del Sexenio se recogió el derecho a la libertad de asociación y reunión, lo que produjo un incremento de la propaganda de los activistas de la Internacional.
En 1870 se celebró el primer congreso de la Sección Española de la AIT en Barcelona. Pablo Iglesias (fundador del PSOE y de la UGT) dio forma al socialismo español. El movimiento obrero fue ganando amplitud social y geográfica. El anarquismo y el marxismo cobraron fuerza, aunque los enfrentamientos entre ambas corrientes sindicales fueron constantes, y solo se reunieron en momentos de extrema gravedad.
El Reinado de Isabel II (1833-1868)
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Los carlistas eran partidarios de la monarquía tradicional y del Antiguo Régimen, y hostiles al liberalismo. Tenían apoyos entre los campesinos, el bajo clero y la baja nobleza del Norte de España. Las bases sociales del liberalismo obtuvieron el apoyo de la burguesía, las ciudades, las clases populares, la alta nobleza, la jerarquía eclesiástica y el ejército.
Se formó el foco vasco-navarro. Al fracasar el levantamiento general, los carlistas consolidaron sus posiciones en el norte con Zumalacárregui, aunque no pudieron conquistar las capitales. Las expediciones nacionales, incursiones fuera de sus reductos norteños (como las del general Gómez e incluso la de Carlos), fracasaron ante Bilbao. La guerra finalizó con la firma del Convenio de Vergara entre Espartero y Maroto. Al final de la guerra, en el Maestrazgo, el general Cabrera siguió la lucha hasta la toma de Morella.
La Constitución de 1837
Promulgada por los progresistas en un intento de complacer a los moderados, esta Constitución intentó consolidar el régimen constitucional liberal:
- Soberanía y Derechos: Se reconoce la soberanía nacional y la división de poderes, como en la Constitución de Cádiz. La declaración de derechos es más amplia y sistemática. El sufragio era directo y censatario, más ampliado que en el Estatuto Real.
- Religión: El Estado se obliga a mantener el culto de la religión católica que profesan los españoles. El Estado es confesional.
La Mayoría de Edad de Isabel II
El periodo de la mayoría de edad de Isabel II se caracterizó por:
- Políticas: Predominio de militares y juristas. Parlamento bicameral.
- Administrativas: Consolidación del Estado liberal centralista, con uniformidad legal y monetaria.
- Económicas: Reforma de la Hacienda, facilitación de la industrialización y construcción de ferrocarriles.
- Constitucionales: Dos constituciones (1837 y 1845) y una nonata. Las relaciones Estado-Iglesia, tras el enfrentamiento por la desamortización, se regularon con el Concordato.
A) Primera Etapa: La Década Moderada (1844-1854)
Este fue un periodo de predominio del liberalismo moderado, donde se consolidó el régimen liberal y sus instituciones político-administrativas. La nueva Constitución de 1845 (liberalismo doctrinario), redactada por Donoso Cortés, era moderada, e impuso la ideología, las instituciones y el orden de los moderados. Sus rasgos principales fueron:
- Soberanía: Soberanía conjunta del Rey y las Cortes (reduciendo el poder del monarca).
- Cortes: Menos poder para las Cortes. El Senado era nombrado por el Rey y el Congreso elegido por sufragio censitario más restringido.
- Derechos: Los derechos y libertades eran similares a los de 1837, pero las leyes posteriores fueron muy restrictivas.
- Religión y Centralismo: La Iglesia era confesional, declarando la religión católica como oficial del Estado y no permitiendo ningún otro culto. Se firmó un Concordato, en el que el Estado español daba un presupuesto anual a la Iglesia. Se reforzó el centralismo.
A mediados del siglo, los moderados suprimieron la Milicia Nacional y crearon la Guardia Civil para el orden y la seguridad. Modernizaron el sistema fiscal con Alejandro Mon, implantando nuevos impuestos como el de «consumos». Implantaron un sistema político con excesivo poder de la Reina, poco estable, poco representativo y represivo. Los moderados gobernaron de forma arbitraria y excluyente, lo que provocó que los puritanos se sintieran marginados y se sublevaran. Esta década finalizó con la Vicalvarada (pronunciamiento de O’Donnell).
B) Segunda Etapa: El Bienio Progresista (1854-1856)
Con el «Manifiesto de Manzanares», redactado por Cánovas del Castillo, se pedía la descentralización, la Milicia Nacional, la ampliación del cuerpo electoral y de la ley de imprenta. Los sublevados de Vicálvaro lograron el apoyo de progresistas y demócratas. Volvieron el general Espartero, jefe del gobierno, y O’Donnell, líder de los puritanos, como los nuevos hombres fuertes. Se aprobó una nueva constitución que no llegó a entrar en vigor. Culminó el proceso desamortizador con Madoz, afectando a todos los bienes. Los conflictos sociales provocaron la caída de Espartero y la toma del poder por O’Donnell, restableciendo la Constitución de 1845.
C) Tercera Etapa: Última Fase del Reinado (1856-1868)
Tras el largo gobierno de O’Donnell, los progresistas optaron por el retraimiento, no participando en las instituciones y dedicándose a conspirar. Los moderados gobernaron casi como una dictadura, reprimiendo con dureza los pronunciamientos progresistas, como el de los sargentos del Cuartel de San Gil o los sucesos de la llamada «Noche de San Daniel».
Los progresistas y los demócratas cuestionaron a Isabel II, haciéndola responsable de la situación. Se empezó a hablar de los obstáculos tradicionales al desarrollo del sistema y al acceso de los progresistas al poder: la Corona y sus apoyos. Entre los políticos anti-isabelinos destacaron el general Prim y Sagasta.
Como resultado, se firmó el Pacto de Ostende entre progresistas y demócratas exiliados, dirigido a expulsar a Isabel II. La futura forma de gobierno, monarquía o república, sería decidida por las Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal masculino. La muerte de O’Donnell y Narváez y la sistemática represión del último gobierno de González Bravo facilitaron la alianza de militares de la Unión Liberal, dirigida ahora por Serrano, que se adhirió al Pacto de Ostende. Los firmantes se rebelaron militarmente con la Revolución Gloriosa, consiguiendo expulsar a Isabel II.