La Revolución Liberal en el Reinado de Isabel II (1833-1868)
3.1. Dos Partidos Liberales se Alternan en el Gobierno de España
En 1829, Fernando VII se casó por cuarta vez. Con esta unión tuvo dos hijas, Isabel y Luisa Fernanda, lo que originó el problema sucesorio con su hermano Carlos María Isidro. Tras la muerte de Fernando VII, el problema sucesorio se transformó en un conflicto político, donde la pugna entre absolutistas y liberales se decantó a favor de estos últimos. Los partidarios del Antiguo Régimen apoyaron a Carlos María Isidro, mientras que María Cristina, a pesar de sus convicciones absolutistas, entregó la regencia a los liberales para asegurar el trono de su hija.
Este conflicto desencadenó la Primera Guerra Carlista (1833-1840), un enfrentamiento civil entre los partidarios de Carlos María Isidro (absolutistas) y los de Isabel II (liberales). Las antiguas estructuras sociopolíticas fueron desmanteladas y sustituidas por las instituciones y el marco del régimen liberal.
Desde 1833, dos facciones liberales se disputaron el gobierno de España, representando dos visiones distintas del liberalismo. Por un lado, los liberales moderados, de tendencia más conservadora; por otro, los liberales progresistas, con propuestas menos restrictivas. Entre ambos grupos, es posible diferenciar una serie de principios ideológicos fundamentales. Algunas de las diferencias entre estos son:
- Los liberales moderados defendían una soberanía compartida, donde el poder se compartía entre el rey y los ciudadanos; el rey dejaba de ser absoluto, pero mantenía grandes poderes políticos. Los liberales progresistas defendían la soberanía nacional, donde el poder político pertenecía exclusivamente a los ciudadanos que formaban la nación.
- Cada uno defendía un modelo de Parlamento o Cortes. Los moderados entendían que debía ser bicameral (Congreso y Senado), con el Senado por designación real y el Congreso mediante sufragio restringido. A los progresistas no les importaba que fuera bicameral, siempre que el rey no interviniera en el nombramiento de los diputados.
- Los moderados defendían el sufragio muy restringido, mientras que los progresistas querían un sufragio restringido, pero que permitiera el voto a las clases medias.
- Ambos grupos defendían que los ciudadanos debían tener unos derechos y libertades; estos serían más amplios cuando gobernaran los progresistas y más restringidos cuando lo hicieran los moderados.
- Los moderados defendían que los alcaldes fueran elegidos por el gobierno, mientras que los progresistas opinaban que debían ser elegidos por los vecinos de las localidades.
- En materia económica, los moderados se declaraban proteccionistas, considerando que el Estado podía intervenir en la economía cuando lo considerara oportuno. Los progresistas defendían el modelo librecambista, que se regía por la ley de la oferta y la demanda sin la intervención del Estado.
- Los moderados defendían la confesionalidad del Estado y la práctica de la religión católica. Los progresistas defendían la aconfesionalidad del Estado (laico) y la práctica de cualquier religión.
Los moderados contaron con el apoyo de las clases altas de la sociedad (nobleza y alta burguesía), y los progresistas con el respaldo de las clases medias.
3.2. El Periodo de Regencias (1833-1843)
Cuando Fernando VII falleció, su hija Isabel tenía solo tres años. Su minoría de edad exigió el establecimiento de una regencia hasta que alcanzara la mayoría de edad, siendo su madre, María Cristina, la designada regente.
3.2.1. La Regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840)
En esta etapa, el liberalismo se consolidó, caracterizado por la alternancia en el poder de los dos partidos políticos principales: los liberales moderados y los liberales progresistas. Se restableció la Constitución de 1812, y el liberalismo se consolidó gracias a la victoria en la Primera Guerra Carlista.
Durante los primeros meses de esta regencia, los absolutistas moderados, dirigidos por Cea Bermúdez, se mantuvieron en el poder. Sin embargo, María Cristina, necesitada del apoyo liberal para la guerra, nombró presidente a un liberal moderado, Martínez de la Rosa, quien redactó el Estatuto Real. Este documento dividía el poder legislativo en dos cámaras: la Cámara de Próceres, nombrados por el rey, y la Cámara de Procuradores, elegidos por sufragio.
En los meses siguientes, una crisis económica, unida a derrotas militares, provocó protestas populares. Esto llevó a la regente a nombrar presidente a un progresista, Mendizábal, quien llevó a cabo la famosa Desamortización y consiguió éxitos militares. A este le sucedió un moderado, Istúriz, que estuvo poco tiempo en el poder debido a la Sublevación de los Sargentos de La Granja. Este evento obligó a la regente a nombrar otro presidente progresista, José María Calatrava, quien redactó la segunda Constitución de la historia de España, la Constitución de 1837, muy parecida a la de 1812.
En los años siguientes, la inestabilidad política aumentó, lo que, unido a los deseos de la regenta, llevó a María Cristina a abandonar el poder.
3.2.2. La Regencia de Espartero (1840-1843)
Gran protagonista de la España del siglo XIX, Baldomero Espartero ocupó el cargo de regente entre 1840 y 1843. En 1843, un militar moderado, Narváez, se pronunció contra el regente. El pronunciamiento tuvo éxito, se adelantó la mayoría de edad de Isabel II y se puso fin al periodo de regencias. Espartero abandonó España y se exilió en Londres. Veinte años más tarde, fue uno de los candidatos a suceder a Isabel II como monarca de España.
Espartero era progresista y contó con el apoyo de su partido en sus primeros años. Fue un buen militar, pero no un buen político; fue acusado de gobernar de manera autoritaria, perdiendo así el apoyo que había tenido. La situación se le complicó en 1842, cuando decidió aprobar una ley librecambista que permitía la comercialización de productos textiles. Esta ley perjudicó a la industria textil catalana.
La población de Barcelona se lanzó a la calle contra esa ley, y Espartero, en lugar de resolver el conflicto de manera diplomática, lo hizo por la fuerza. Las revueltas en las calles de Barcelona fueron duras. Espartero decidió bombardear la ciudad desde las montañas. Una vez sometida la ciudad, y aún no satisfecho, mandó reprimir a los sublevados e impuso impuestos extraordinarios. Estos hechos contribuyeron a que Espartero quedara muy desprestigiado.
Poco a poco, su fama de autoritario creció y perdió el apoyo de los progresistas. En este contexto, en 1843, el general Narváez se sublevó contra el regente. La sublevación tuvo éxito, se adelantó la mayoría de edad de la reina Isabel II y finalizó el periodo de Regencias.
3.3. El Reinado de Isabel II (1843-1868)
Este reinado se caracterizó por la alternancia en el gobierno de España de los dos partidos liberales, una disputa ya iniciada en el periodo de regencias. Distinguimos tres etapas principales:
- La Década Moderada (1844-1854)
- El Bienio Progresista (1854-1856)
- Los Gobiernos de la Unión Liberal y los últimos años del reinado de Isabel II (1856-1868)
La Década Moderada (1844-1854)
Los moderados gobernaron de forma ininterrumpida. La figura política clave del momento fue Ramón María Narváez. El objetivo de los moderados fue establecer un nuevo orden social, garantizando las libertades ciudadanas sin renunciar a restringirlas cuando fuera necesario para mantener dicho orden. Para conseguir esto, se tomaron varias medidas:
- Se suprimió la Milicia Nacional.
- Se restableció la censura y se restringió la libertad de expresión.
- En 1844, el duque de Ahumada creó un cuerpo militar para velar por la seguridad en el medio rural: la Guardia Civil.
Los moderados redactaron y aprobaron una serie de leyes destinadas a centralizar la administración del Estado y a que todos los territorios de España estuvieran regulados por una misma normativa. Por ejemplo, se implantó el Sistema Métrico Decimal para longitud y masa, con el fin de facilitar los intercambios comerciales entre las distintas regiones del país. Se unificó y reestructuró el sistema tributario, reformado por el ministro de Hacienda Alejandro Mon. Este implantó un sistema de impuestos progresivo y sentó las bases para la posterior creación del Banco de España. También se mantuvo la estructura territorial provincial, con un gobernador civil al frente de cada una. Cada gobernador era nombrado por el gobierno central, y a su vez, los gobernadores nombraban a los cargos locales más importantes.
Se redactó y aprobó un nuevo texto constitucional, la Constitución de 1845, que sustituyó a la Constitución de 1837 (conocida como la de Calatrava).
La Constitución de 1845 reflejó en su articulado el ideario de los moderados. Sus aspectos principales fueron los siguientes:
- Soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
- La Reina poseía importantes poderes políticos en materia legislativa y ejecutiva: tenía capacidad para promover leyes y vetar aquellas que no deseaba aprobar; nombraba y cesaba a los jefes de gobierno y a sus ministros; y tenía la capacidad de disolver las Cortes.
- Se establecieron Cortes bicamerales: los miembros del Senado eran elegidos por la Reina y pertenecían a familias adineradas, con carácter vitalicio; los del Congreso se elegían por sufragio censitario cada cinco años.
- Las referencias a derechos y libertades eran escasas y dispersas; algunas de esas libertades quedaban en suspenso y otras eran limitadas con el argumento de restablecer el orden público.
- En materia religiosa, se mantuvo la confesionalidad del Estado, que se comprometía a mantener el culto y al clero.
Otro de los logros legislativos fue la firma del Concordato de 1851 (conocido como de Bravo Murillo), por el que se restablecía la amistad entre la Iglesia Católica y el Estado, rota a raíz de las desamortizaciones de Mendizábal. Con esta firma, la Iglesia Católica reconoció las pérdidas patrimoniales ocasionadas por las desamortizaciones. A cambio, España:
- Se declaró confesional.
- Reconoció el papel de la Iglesia en la enseñanza.
- Se comprometió al mantenimiento económico del clero y el culto.
Las relaciones de España con el Vaticano se rompieron en 1855, a raíz de un nuevo proceso de desamortización, la promovida por el ministro Pascual Madoz. Se restablecieron años más tarde y después se volvieron a romper en 1868.
El Bienio Progresista (1854-1856)
En el verano de 1854, los progresistas recuperaron el gobierno de España. Los gobiernos moderados de los últimos años se habían deteriorado por el abuso de poder, la corrupción política y el recorte de libertades.
En 1854, tuvo lugar un pronunciamiento militar, La Vicalvarada, apoyado por progresistas y demócratas. Este triunfó, contando también con el respaldo de un documento firmado por catedráticos de la época, el Manifiesto del Manzanares. Los protagonistas políticos del momento fueron el general Leopoldo O’Donnell y un joven político responsable del manifiesto, Antonio Cánovas del Castillo, quien sería una figura clave de la vida pública española a finales del siglo XIX.
Tras el pronunciamiento, se formaron juntas revolucionarias, la Reina disolvió el gobierno y los progresistas se hicieron cargo del nuevo gabinete. Durante dos años, sobresalieron medidas económicas como la Ley de Ferrocarriles. En pocos años, gracias a los ingresos procedentes de las desamortizaciones de Madoz, se construyeron muchas vías, adquiriendo un carácter radial. El primer trayecto que se abrió fue Barcelona-Mataró, con la intención de dar salida a su producción textil hasta el puerto. Otros trayectos importantes fueron Jerez-Cádiz y Madrid-Móstoles.
Los progresistas aprobaron también la Ley de Sociedades Anónimas de Crédito, que sentaría las bases para el nacimiento de la banca española moderna. En el Bienio Progresista se aprobó la Desamortización General de Madoz (1855). Esta desamortización afectó principalmente al patrimonio de los municipios (bienes de propios y comunes).
En 1856, se redactó un modelo constitucional que sustituyese al de 1845. Esta Constitución Non Nata (no nacida) no llegó a ser aprobada, ya que los progresistas perdieron el poder político antes de que fuera promulgada. Esta constitución se caracterizaba por:
- Soberanía nacional.
- Cortes bicamerales, con los miembros de ambas cámaras elegidos por sufragio electoral menos restringido y sin intervención real en el nombramiento de los diputados.
- Ampliación de los derechos y libertades del ciudadano, reconociéndose de nuevo la libertad de imprenta.
- En materia religiosa, se mantenía la confesionalidad del Estado y el compromiso con el clero y el culto. Sin embargo, una pequeña novedad era que la Constitución Non Nata permitía la práctica de otras religiones, siempre y cuando no se manifestaran públicamente contra la católica.
En 1856, el gobierno de Espartero se radicalizó hacia posturas demócratas y este perdió el poder. O’Donnell se hizo cargo del gobierno hasta finales de año, momento en que los moderados recuperaron el poder político.
Segunda Mitad del Reinado de Isabel II: La Unión Liberal (1856-1868)
Hasta el verano de 1858, los moderados gobernaron de nuevo, una vez más con Narváez como jefe de gobierno. Los moderados restauraron los principios más conservadores de la época: restablecieron la Constitución de 1845, paralizaron la desamortización y aprobaron una ley de prensa muy restringida. Sobresalió la aprobación de la nueva ley educativa española, la Ley Moyano, que regulaba la enseñanza primaria y secundaria.
De 1858 a 1863, gobernó en España la Unión Liberal, partido político fundado por O’Donnell que trató de situarse en una posición intermedia entre moderados y progresistas. Fueron cinco años de estabilidad política, en parte gracias a la manera fraudulenta con la que consiguieron ganar las elecciones. Destacó el intento de O’Donnell de recuperar el prestigio internacional de España, que había pasado de ser uno de los principales Estados a ser considerado de segunda categoría. El gobierno organizó expediciones militares en distintos continentes que terminaron en fracaso: en Marruecos, en América (México) y en Asia, en la región de la Cochinchina.
En 1865, se agravó en España la crisis política y socioeconómica, de la que buena parte de la ciudadanía española responsabilizó a Isabel II. Esta crisis estuvo motivada por un sistema corrupto en el que el clientelismo y el fraude electoral eran cada vez más frecuentes. La crisis política se agudizó con la muerte de las grandes figuras políticas: O’Donnell (1867) y, semanas más tarde, Narváez (1868).
La crisis económica se inició en la agricultura, por la escasez de productos en el mercado y la consiguiente crisis de subsistencia. La crisis se trasladó a la industria, provocando una crisis económica generalizada, aumento del paro y descontento social. La población se manifestó, y de todo ello se responsabilizó a Isabel II. La Reina perdió apoyos políticos, quedando solo con el respaldo de los moderados. Otros grupos políticos y militares comenzaron a conspirar para derrocar a la Reina. En este sentido, destacan varios eventos:
- En abril de 1865, tuvo lugar la Noche de San Daniel (o del Matadero), donde un grupo de estudiantes se manifestó en la Puerta del Sol a favor de unos catedráticos despedidos por criticar a la Reina. El enfrentamiento con las fuerzas del orden terminó con varios estudiantes muertos.
- En enero de 1866, el general Prim se pronunció contra Isabel II. Este pronunciamiento fracasó y Prim terminó en el exilio.
- En junio de 1866, Prim dirigió desde el exilio una nueva sublevación militar, en esta ocasión en el Cuartel de San Gil. Participaron progresistas y demócratas, así como uno de los grandes políticos españoles del último cuarto del siglo XIX, Sagasta. La sublevación también fracasó y setenta personas fueron fusiladas.
En agosto de 1866, progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende. Años más tarde, tras el fallecimiento de O’Donnell, los dirigentes de la Unión Liberal se unieron a este pacto, traicionando a la Reina e intentando derrocarla. Tras varios intentos fallidos, en septiembre de 1868, un nuevo pronunciamiento militar puso fin al reinado de Isabel II. Este evento, conocido como La Gloriosa o Revolución de Septiembre, triunfó, obligando a la Reina a renunciar a la corona y marchar al exilio. Así comenzó una nueva etapa en la historia de España: el Sexenio Democrático (septiembre de 1868 – enero de 1875).