El Reinado de Carlos IV: Debilidad Interna, Alianzas Cambiantes y la Crisis Napoleónica
Antecedentes del Reinado y Contexto Europeo
Carlos IV sucedió a su padre, Carlos III, en 1788. Su reinado estuvo condicionado por la debilidad interna del reino y por el trascendental estallido de la Revolución Francesa (1789). El Estado español se encontraba en una situación económica muy precaria, consecuencia de las constantes guerras y de los graves problemas estructurales del campo. Estos problemas derivaban, en gran medida, de un sistema de propiedad que concentraba una enorme cantidad de tierras en “manos muertas”.
Política Exterior: De la Alianza Tradicional al Conflicto
Hasta el estallido de la Revolución Francesa, la política exterior española había estado marcada por la alianza con Francia, materializada en los Pactos de Familia. Sin embargo, la revolución obligó a España a replantearse su actitud diplomática. Tras la ejecución de Luis XVI (1793), España declaró la guerra a Francia. Aunque en un principio el ejército español obtuvo ciertas ventajas, a partir de 1794 los franceses comenzaron a adentrarse en territorio español. Esta situación llevó a Manuel Godoy, valido de Carlos IV, a firmar la Paz de Basilea en 1795.
En 1796, Godoy, considerando que el principal enemigo de España era Inglaterra debido a su constante interferencia en el mercado colonial americano, restauró la alianza con Francia a través del Tratado de San Ildefonso. En virtud de esta colaboración, la flota española sufrió la importante derrota de Trafalgar (1805), que supuso el hundimiento de España como potencia marítima. Tras este desastre, llegó el momento en que Napoleón Bonaparte consideró conveniente invadir Portugal como estrategia para ejecutar el bloqueo continental contra Inglaterra.
Causas de la Crisis Monárquica y la Intervención Napoleónica
La alianza hispano-francesa al final del reinado de Carlos IV se tradujo en una creciente y decisiva influencia del emperador francés Napoleón en la política española. Una prueba fundamental de ello fue el Tratado de Fontainebleau, firmado en 1807. Por este acuerdo, se permitió la entrada en España del ejército francés con el pretexto de atacar Portugal y, de esta manera, debilitar a Gran Bretaña.
El Motín de Aranjuez y la Caída de Godoy
Mientras las tropas napoleónicas se adentraban en España, el 19 de marzo de 1808 se produjo el episodio clave de la crisis de la monarquía: el Motín de Aranjuez. En este levantamiento, soldados, campesinos y sirvientes del palacio, apoyados por los sectores de la nobleza y el clero afines al príncipe Fernando, provocaron la caída de Godoy y obligaron a Carlos IV a abdicar en favor de su hijo, el futuro Fernando VII.
Las Abdicaciones de Bayona y la Imposición de José I
Sin embargo, Napoleón no reconoció a Fernando VII como rey, y Carlos IV, por su parte, se arrepintió pronto de su abdicación. Paralelamente a estos sucesos, tropas francesas al mando del general Murat entraban en Madrid, aumentando la tensión. Napoleón, con astucia, convenció a Carlos IV y a Fernando VII para que viajaran a Bayona (Francia) con el fin aparente de resolver sus diferencias dinásticas. Una vez allí, en un episodio conocido como las Abdicaciones de Bayona, les obligó a traspasarle el trono. Por medio de estas abdicaciones forzadas, la Corona de España pasó de las manos de Fernando VII a las de Carlos IV, quien a su vez la cedió a Napoleón, y este finalmente la entregó a su hermano, José I Bonaparte, quien fue proclamado rey de España.