Las Guerras Coloniales y la Pérdida de Ultramar
Tras la pérdida de la América continental en el primer tercio del siglo XIX, los restos del imperio español se reducían a las islas de Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y a las Filipinas en el Pacífico.
En la segunda mitad del siglo XIX se inició el proceso de independencia de estos territorios, un proceso al que los diferentes gobiernos no supieron darle solución. La gran preocupación de los gobiernos del Sexenio Democrático (cuando se inició la primera guerra de independencia, 1868-1878) y de los gobiernos de la Restauración fue mantener a toda costa la soberanía sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en vez de promover soluciones políticas de carácter autonomista que satisficieran las demandas de la burguesía criolla (que se sentía relegada en la toma de decisiones sobre sus islas).
La Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878)
Cuba estaba muy ligada a la economía estadounidense y admiraba el desarrollo económico y la democracia de Estados Unidos. El interés de este país por Cuba aumentó hasta el punto de querer comprar la isla. En este contexto, se produjeron tres rebeliones en tan solo 21 días: la Gloriosa en España el 19 de septiembre, la de Puerto Rico el 23 y la de Cuba el 10 de octubre. Esta última fue liderada por Carlos Manuel de Céspedes, quien dio el Grito de Yara, aldea desde donde se inició una guerra que duró hasta 1878, conocida como la Guerra de los Diez Años o Guerra Larga.
La rebelión tuvo lugar en un ingenio azucarero, llamado La Demajagua, pobre y atrasado. Los graves problemas del gobierno español durante el Sexenio permitieron organizarse a los independentistas. Aunque en un primer momento estos pidieron la anexión a Estados Unidos, con la incorporación de Máximo Gómez, Modesto Díaz y los hermanos Marcano, experimentados en la guerra dominicana, la guerra adoptó un carácter de lucha por la independencia.
La zona oriental de la isla fue el principal teatro de operaciones. A partir de 1875, el conflicto se trasladó al occidente de la isla, la parte más rica, donde vivían los grandes hacendados españoles. La fase más dura del conflicto se desarrolló ya en la etapa de la Restauración hasta la firma de la Paz de Zanjón (1878).
El Tratado de Zanjón y la Cuestión de la Esclavitud
El tratado de paz (Zanjón) prometía unas nuevas condiciones políticas y administrativas, el fin de la esclavitud y una amnistía. Sin embargo, el cumplimiento de lo pactado se hizo lentamente: la esclavitud solo fue abolida en 1886 y las primeras tentativas de dotar a Cuba de instituciones de gobierno autonomistas llegaron tarde, en 1893.
La guerra no se pudo resolver durante la etapa del Sexenio, y la República se vio incapaz de abordarla, dados sus grandes problemas internos, especialmente el cantonal y el carlista. Detrás del conflicto estaba la cuestión social de la abolición de la esclavitud. Mientras esa medida se pudo adoptar en Puerto Rico en 1873, en el caso de Cuba el sistema productivo no podía prescindir de la mano esclava, cuyo peso se había elevado de forma notable durante la primera mitad del siglo XIX y había enriquecido a numerosos comerciantes de esclavos, incluso después de haberse prohibido la trata o comercio de esclavos en 1815.
Las presiones de Francia, Reino Unido y Estados Unidos, que habían abolido la trata en 1807 y la esclavitud en 1863, obligaron al gobierno provisional español a aprobar la Ley Moret, que declaraba libres a los que nacieran de madre esclava, a los menores de edad y a los mayores de determinada edad. Pero el sistema esclavista pervivió en la isla de Cuba hasta 1886. Esos elementos y la interferencia constante de los gobiernos estadounidenses forjaron el nacionalismo cubano.
La Política Colonial y su Fracaso
En ese contexto, las políticas de los gobiernos españoles ante las demandas de los independentistas fueron insuficientes, y su balance, un fracaso. La campaña de Melilla de 1893, siendo ministro de Ultramar Antonio Maura, inauguró un periodo de incertidumbre en la política exterior española que tuvo su proyección poco después en la crisis del Caribe. Ese mismo año se intentaron reformas en la administración filipina y un ensayo descentralizador en Cuba, que no fue aprobado por las Cortes.
Puerto Rico
Puerto Rico no planteaba serios problemas, pues en 1872 había conseguido su autonomía, la esclavitud había sido abolida y tenía una economía saneada. El autonomismo se dividió en dos corrientes, una más españolista y otra más radical, de base popular, que dio lugar al nacionalismo antillano. Ambos sectores se unieron en 1887 en el Partido Autonomista, que luego volvió a dividirse. En Puerto Rico la dominación española era más efectiva, pues se ejercía a través de una élite económica poderosa que podía controlar los movimientos emancipadores de base popular.
Cuba: Tensiones y Corrientes Políticas
En Cuba, sin embargo, las reformas adquirieron un especial parecer por el significado de la isla para España. En 1886 se había abolido de forma total la esclavitud. Maura propuso una amplia reforma administrativa y una ampliación del censo, pero estas medidas fueron rechazadas por “antipatrióticas”, el ministro fue tildado de “energúmeno” y “filibustero”, lo que le hizo dimitir y abrió una crisis del gobierno liberal. Los sectores “españolistas”, partidarios de no ceder a ninguna presión reformadora, chocaron con los intentos del gobierno de conceder cierto grado de autonomía. Mientras que en el extremo contrario estaba el movimiento independentista, dirigido por el Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí en 1892.
Se formaron, por tanto, tres corrientes:
- Españolistas: Partidarios de mantener el statu quo.
- Autonomistas: Defendían la españolidad de la isla, pero con una identidad propia dentro de unos vínculos con España de carácter solidario, pero no colonial. El Partido Liberal Autonomista representó estas ideas, con Rafael Montoro y Rafael María de Labra como líderes.
- Independentistas: Liderados por el Partido Revolucionario Cubano.
Las Islas Filipinas
Las islas Filipinas se diferenciaban de las Antillas por la escasa presencia española en el archipiélago y la baja ocupación efectiva del territorio, excepto la capital, Manila, y su entorno próximo. España se tuvo que enfrentar a un conjunto de disidencias de base campesina, eclesiástica, nacionalista y de los territorios. Mestizos y nativos atacaron la ausencia de reformas, lo que dio lugar al movimiento emancipador, formado por un grupo de mestizos, como José Rizal, partidarios de reformas. Este fundó en 1893 la Liga Filipina, ante la errónea actuación del gobernador, que espoleó el movimiento nacionalista.
La sustitución del gobernador permitió a Maura introducir cambios, que mejoraban la administración de Hacienda y Justicia, así como una reforma del régimen municipal de carácter autonomista, reformas que fueron atacadas por el clero y los sectores más conservadores, que las calificaron de antiespañolas.
La Segunda Guerra de Independencia Cubana (1895-1898)
Desde 1878, los exiliados cubanos, entre ellos José Martí, apostaron por la independencia. Esta tendencia se organizó en la isla en torno a los amnistiados de la guerra y en EE. UU. en torno al Partido Revolucionario Cubano, fundado por el poeta e intelectual cubano José Martí en 1892, defensor de una república independiente cubana. La independencia contó con muchos apoyos tanto en ciertos sectores sociales cubanos como en los EE. UU., que veían el fin del imperio español como una posibilidad para extender su influencia política en la zona.
Los intereses económicos de EE. UU. en la isla eran muy importantes. Las compañías azucareras y la opinión pública respaldaban la ayuda americana a los cubanos. Primero fue un apoyo diplomático, presionando al gobierno español para que abandonara la isla; después de 1891, cuando la ley de aranceles prohibió a los cubanos el libre comercio en la zona (el comercio del azúcar con EE. UU. era mucho más importante que con España: el 91% del azúcar se exportaba a EE. UU.), se convirtió en un apoyo material a los insurgentes.
En 1895 se produjo la insurrección nacionalista que dio lugar a la última guerra cubana, que tuvo dos momentos: entre 1895 y 1898 tuvo lugar la guerra entre el ejército español y los grupos independentistas nativos; en 1898 se produjo la intervención directa de Estados Unidos en el conflicto, lo que llevó al enfrentamiento hispano-norteamericano.
Desarrollo del Conflicto Hispano-Cubano
La guerra hispano-cubana se desarrolló en cuatro fases:
- La primera (Febrero-Mayo 1895): Con el inicio de la sublevación en febrero de 1895 y la muerte del líder de la independencia, José Martí (19 de mayo de 1895).
- La segunda fase (Octubre 1895-Enero 1896): Fue el momento de mayor avance de las tropas sublevadas, desde el este hacia el oeste de la isla, avance que el general Martínez Campos se vio incapaz de frenar.
- En la tercera fase (Enero 1896-Diciembre 1897): El general Weyler sustituyó a Martínez Campos con la misión de “guerra hasta el final”, aunque sin éxito. En esta época se intensificó la interferencia de Estados Unidos en el conflicto.
- La cuarta fase (Diciembre 1897-Abril 1898): Con el general Blanco al frente y en un ambiente hostil de la prensa y la opinión, desembocó en la intervención directa de Estados Unidos.
La Guerra contra los Cubanos
Los problemas seguían pendientes y los proyectos autonomistas defendidos por Maura no salían adelante en las Cortes. A esta situación de poco entendimiento político se unió un fuerte malestar social provocado por la caída del precio del azúcar. Un sector de los cubanos vio como una salida la sublevación contra España.
La guerra se inició el 25 de febrero de 1895. El levantamiento fue organizado desde el exilio por José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, que regresaron a la isla. De nuevo el levantamiento comenzó en el este con el Grito de Baire. Martí murió en los inicios de la guerra y la dirección quedó en manos de Maceo, que organizó el primer gobierno provisional. Las fuerzas rebeldes (los mambises), bien organizadas, contaban con el apoyo popular y con la ayuda velada de los EE. UU., que enviaban regularmente armas que la marina española era incapaz de interceptar. El ejército español, por el contrario, tuvo que enfrentarse no solo a la guerrilla sino a la manigua (selva), a las lluvias y a las enfermedades.
España envió de nuevo a Martínez Campos para pacificar la isla. Su política de concesiones y su negación a utilizar medidas represivas no contó con el apoyo de la oligarquía cubana partidaria de la guerra; por ello fue sustituido por el general Valeriano Weyler en 1896. Este reforzó el ejército y, para desmoralizar a la guerrilla, inició su política de concentración de campesinos (ancianos, mujeres y niños) en lugares determinados y vigilados por guarniciones españolas (centros de internamiento de civiles): las Trochas. Estas fuertes medidas represivas fueron condenadas por EE. UU. que desde 1896 preparaba desde la prensa una posible intervención en la isla para acabar con el conflicto y salvaguardar los intereses de las familias norteamericanas asentadas allí.
Los motivos de los estadounidenses para intervenir en el conflicto y expulsar a los españoles de Cuba eran de carácter económico y estratégico. Su proyecto de dominio de la zona era obstaculizado por una Cuba española; de la misma forma, querían intervenir en la zona del Pacífico, con intención de penetrar en los mercados chinos.
Los americanos habían iniciado negociaciones para comprar la isla y en 1896 el presidente William McKinley volvió a intentarlo, pero el gobierno español lo rechazó. Presionado por algunos sectores y por la prensa americana, intervendría de forma directa en la guerra.
En diciembre de 1896 murió en combate Maceo. Se vislumbraba un pronto final, pues sin este líder indiscutible se podría negociar la paz, conceder la autonomía y evitar la intervención de EE. UU. Sin embargo, la lucha prosiguió y los rebeldes se hicieron cada vez más fuertes en la zona occidental. En 1897 se concedió la autonomía, pero esta llegó muy tarde. Los cubanos solo deseaban la independencia y la intervención de EE. UU. no se haría esperar.
Las Guerras de Independencia en Puerto Rico y Filipinas
Entre 1896 y 1897 también se produjeron rebeliones en Filipinas y Puerto Rico por no atender a sus peticiones autonomistas. En Filipinas el movimiento separatista estuvo liderado por José Rizal, líder de la Liga Filipina. Se controló rápidamente la insurrección después de la detención y fusilamiento de su líder. En 1897 se llegó a unos acuerdos, rotos posteriormente por el sector radical de independentistas (Katipunan). En Puerto Rico, la actividad del movimiento fue muy escasa.
La Intervención de Estados Unidos y el Desastre del 98
Las razones de Estados Unidos para intervenir en el conflicto fueron de diversa índole. Existía una larga tradición que reivindicaba la influencia en el Caribe, y en concreto sobre Cuba y Puerto Rico, de lo que son señas inequívocas los diversos intentos de comprar la isla de Cuba a España. Además, la guerra hispano-cubana coincidió con el momento de máxima expansión del imperialismo de EE. UU. en el propio continente, en el Caribe y en Asia.
Durante la presidencia del demócrata Cleveland (1893-1897), la ayuda a los insurrectos cubanos fue constante a través de la Junta Cubana, con sedes en Nueva York y Washington, o la Liga Cubana, formada por estadounidenses que apoyaban la causa independentista. Las reformas introducidas en la isla por el gobierno de Sagasta en 1897, tras el asesinato de Cánovas, no satisficieron las exigencias del nuevo presidente, el republicano McKinley, que abogaba ya por la compra o la anexión. En definitiva, a la debilidad del gobierno español vino a sumarse la creciente presión de EE. UU.
La explosión del Maine (15 de febrero de 1898), un acorazado anclado en la bahía de La Habana para proteger las vidas y las propiedades americanas, sirvió de disculpa para la intervención (murieron 260 miembros de la tripulación y EE. UU. culpó de la explosión a España). La guerra con EE. UU. era ya inevitable. La política expansionista e intervencionista diseñada desde los años 60 por este país se ponía en marcha en una zona que consideraba de su dominio.
El 25 de abril se declaró la guerra y se produjo el envío de la escuadra americana que llegó por el este y bloqueó el puerto de Santiago de Cuba desde mayo del mismo año. La escuadra española al mando del almirante Cervera salió al encuentro de la americana para defender el puerto. El 3 de julio pasó lo inevitable: los españoles fueron derrotados. Ocurrió lo que Cervera había comunicado a sus jefes políticos en Madrid. Los españoles capitularon en esta ciudad el 12 de julio. Las diferencias entre las dos armadas eran abrumadoras. El coloso americano acababa con un país que no jugaba ningún papel en la política internacional y que no contaba con apoyos internacionales.
EE. UU. no solo intervino en Cuba sino también en Filipinas y derrotó a las tropas españolas en la batalla de Cavite (1 de mayo de 1898). La resistencia de Manila se prolongó hasta el mes de julio.
El Tratado de París y el Fin del Imperio (1898)
El 10 de diciembre de 1898 se firmó la paz en París. España renunciaba a sus últimas colonias:
- Cuba se constituyó como república independiente, pero con fuerte influencia de EE. UU. (Enmienda Platt), pues podía controlar los tratados que firmase, intervenir militarmente y reservarse el derecho de instalar bases en la costa cubana (en 1903 le cedía la base militar de Guantánamo).
- Puerto Rico (ocupada por los americanos, hoy es un estado asociado).
- Filipinas (que hasta 1946 no logró su independencia).
- Islas de Guam (hoy pertenece a EE. UU.).
En febrero de 1899, España vendió a Alemania las islas de Marianas, Carolinas y Palaos (por 25 millones de dólares).
España puso fin, de esta forma, a su imperio colonial. Estas pérdidas tendrían graves consecuencias en el interior del país.
Consecuencias del Desastre: Crisis de Conciencia y Regeneracionismo
Las consecuencias del Desastre del 98 van mucho más allá de las meras pérdidas territoriales ya señaladas:
- Pérdidas demográficas: 60.000 soldados españoles murieron entre 1895 y 1898, muchos de ellos por enfermedades infecciosas. La mayoría pertenecían a familias pobres, las que no podían pagar el canon para librarse del reclutamiento forzoso (quintas).
- Impacto económico: La economía española no se sintió muy afectada y, si bien la industria catalana perdió un mercado para sus productos y unas materias primas baratas (café y azúcar), la repatriación de capitales sirvió para el desarrollo industrial de nuevos sectores.
- Críticas profundas al sistema:
- Desde la clase política gobernante, que vio la necesidad de democratizar el país desde arriba (Maura y Canalejas).
- Desde los intelectuales regeneracionistas, como Joaquín Costa, que criticaron el sistema de la Restauración por corrupto y fraudulento y propusieron programas basados en la reorganización política, la dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada a la ayuda social y, en definitiva, una política encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses de la oligarquía.
- Fortalecimiento de los nacionalismos: Especialmente el catalán (Lliga Regionalista desde 1901) y el vasco (PNV), y en menor medida el gallego y el valenciano.
- Nacimiento de un movimiento literario: Conocido como “Generación del 98”: Pío Baroja, Azorín, Unamuno y Valle Inclán reflexionaron sobre los problemas de España y sus posibles soluciones.
- Desprestigio militar: Derivado de la dureza de la derrota. Era evidente que las fuerzas armadas no estaban preparadas para un conflicto de estas características. El ejército salió muy dañado, lo que traería graves consecuencias para el futuro.
- Reorientación exterior: Se sustituyó la presencia en ultramar con una mayor atención al norte de África, con consecuencias también importantes en el futuro.
En resumen, el pesimismo se adueñó de la sociedad española. España había perdido sus últimas colonias en un momento de revitalización del imperialismo europeo y americano y el gobierno aparecía como el responsable de la catástrofe, por ello se vio la necesidad de importantes cambios en las condiciones de vida de los españoles y en su educación; en la organización social, económica y en su política interior y exterior. Solo con cambios profundos se podría recuperar el prestigio perdido. En 1902, Alfonso XIII fue declarado mayor de edad y comenzó su reinado. Los intentos de cambios y modernización se produjeron, pero el monarca tuvo muchos problemas por resolver y es durante su reinado donde se producirían las crisis más importantes del sistema de la Restauración.