La Revolución Americana: El Nacimiento de Estados Unidos
El Reino Unido poseía trece colonias en Norteamérica. El 4 de julio de 1776, sus habitantes proclamaron su independencia. Nacieron así los Estados Unidos de América.
Los orígenes de la independencia
El origen de la rebelión de los colonos americanos se remontaba a la Guerra de los Siete Años. Gran Bretaña trató de compensar el coste del conflicto creando nuevos impuestos en sus colonias americanas, que estas se negaron a pagar, basándose en la declaración de derechos inglesa de 1689, que consideraba «ilegal» todo impuesto exigido por la Corona sin la aprobación del Parlamento. Como los colonos no participaban en el Parlamento británico, creían que no debían pagar impuestos.
En septiembre de 1774, las colonias se reunieron en Filadelfia para elaborar una lista de agravios. Al año siguiente comenzaron los primeros enfrentamientos armados. El 4 de julio de 1776 fue proclamada la independencia de los Estados Unidos de América, en una declaración redactada por Thomas Jefferson, en la cual se postulaban la libertad, la igualdad, el derecho a la rebelión contra la tiranía y la división de poderes.
El Motín del Té
Varios impuestos fueron suprimidos, pero se mantuvo el impuesto sobre el té. La concesión en 1773 del monopolio de la venta del té a la Compañía de las Indias Orientales perjudicó a los comerciantes de las colonias. La respuesta fue el Motín del Té, en el que unos jóvenes lanzaron al mar los cargamentos de té que la Compañía tenía en el puerto de Boston. El Gobierno británico respondió con el cierre del puerto y una elevada multa a los habitantes de Massachusetts.
La Guerra de Independencia de Estados Unidos
Primera fase (1775-1777)
Los insurgentes, dirigidos por George Washington, se enfrentaron a los británicos con una táctica de guerrillas. La victoria de las milicias de Washington en Saratoga (1777) decidió a Francia (enemiga del Reino Unido) a apoyar a los rebeldes. España también apoyó la causa independentista.
Segunda fase (1778-1782)
Las tropas británicas fueron derrotadas en Yorktown (1781), gracias a la creciente profesionalización del ejército de los colonos americanos. La paz se restableció con el Tratado de Versalles (1783), por el que el Reino Unido reconocía la independencia de los Estados Unidos de América.
La Constitución de Estados Unidos
Al terminar el conflicto, cada una de las trece colonias era un Estado soberano. Por ello, un Congreso se dispuso a elaborar una Constitución para todos. Cincuenta delegados, conocidos como los «Padres Fundadores», reunidos en Filadelfia en 1787, prepararon el texto de la nueva Constitución, que entró en vigor en marzo de 1789. La Constitución establecía un sistema con tres poderes:
El poder legislativo
Residía en un Congreso compuesto por dos cámaras: el Senado (dos miembros por Estado) y la Cámara de Representantes (cada Estado tenía un número de representantes proporcional a su población). La Cámara de Representantes personificaba al pueblo estadounidense en su conjunto, mientras que el Senado defendía los intereses de cada uno de los Estados. El Congreso aprobaba los impuestos y presupuestos, tenía la iniciativa de las leyes y declaraba la guerra y la paz.
El poder ejecutivo
Era ejercido por un presidente, elegido por sufragio universal masculino (población blanca) cada cuatro años. El presidente nombraba a los miembros del Gobierno, tenía el mando supremo de los ejércitos, podía promulgar leyes y ejercer el derecho de veto. George Washington fue el primer presidente de Estados Unidos.
El poder judicial
Era independiente del poder político. A su cabeza se situaba un Tribunal Supremo.
La Revolución Francesa (1789-1799)
Causas de la Revolución
- Políticas e ideológicas: La mayoría de la población estaba descontenta con el sistema político del Antiguo Régimen, basado en la desigualdad social: dos estamentos privilegiados (nobleza y clero) acaparaban riquezas y cargos, mientras el resto tenía que mantenerlos con sus impuestos. La revolución de las colonias británicas y el parlamentarismo inglés demostraron que otro sistema era posible. Mientras en los «cuadernos de quejas» la nobleza y el clero defendían sus privilegios, el tercer estado reclamaba libertad de expresión, de reunión, de comercio, la supresión del régimen feudal y la igualdad civil. Las ideas de la Ilustración calaron profundamente en la sociedad.
- Sociales: A finales del siglo XVIII, cada grupo tenía motivos para el descontento. La nobleza y el clero veían bajar sus rentas por la crisis económica. La burguesía, poseedora de grandes fortunas, se veía apartada del poder. Las clases populares vivían en la miseria, agravada por las cargas fiscales.
- Económicas: Francia atravesaba una profunda crisis económica por su intervención en la Guerra de los Siete Años y la Guerra de Independencia de Estados Unidos. En 1789, una grave crisis de subsistencia, provocada por malas cosechas, generó escasez de alimentos y subida de precios. Esto obligó a la población a dedicar sus escasos recursos a la compra de alimento, disminuyendo el consumo de otros productos y aumentando el desempleo y el descontento popular.
La Asamblea Nacional (1789-1792)
En 1789, se reunieron en Versalles los Estados Generales, presididos por el rey. Tradicionalmente, cada estamento deliberaba por separado y emitía un voto, por lo que los privilegiados (nobleza y clero) siempre imponían sus puntos de vista. Los representantes del tercer estado pidieron el voto por cabeza y duplicar su número de representantes. El rey aceptó lo segundo, pero no lo primero, lo que fue el desencadenante de la revolución.
De la revuelta institucional a la revuelta popular
Los diputados del tercer estado, dirigidos por Sieyès, se autoproclamaron Asamblea Nacional, depositaria de la soberanía. El rey anuló sus decisiones y ordenó cerrar su sala. Como respuesta, los diputados se reunieron en la Sala del Juego de Pelota, donde juraron no disolverse hasta haber dado a Francia una constitución, pasando a llamarse Asamblea Nacional Constituyente.
El rey concentró tropas en Versalles, lo que provocó la gran revolución urbana del 14 de julio de 1789, con el asalto a la prisión de la Bastilla de París, símbolo de la revolución. Se formó una Guardia Nacional y el rey se vio obligado a reconocer la Asamblea. En el campo, se desató la revuelta campesina conocida como el «Gran Miedo», donde los campesinos asaltaron castillos y exigieron la abolición de los derechos señoriales.
La obra de la Asamblea Constituyente
La Asamblea respondió con el decreto de abolición del sistema feudal y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que reconocía derechos naturales como la igualdad jurídica, la libertad de pensamiento, económica y de religión, el derecho de propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Además, se tomaron medidas religiosas: se expropiaron los bienes de la Iglesia y se decretó la Constitución Civil del Clero. Finalmente, la Asamblea elaboró la Constitución de 1791, que establecía la soberanía nacional y la separación de poderes, con un sufragio censitario.
La Asamblea Legislativa (septiembre de 1791 – agosto de 1792)
El rey Luis XVI intentó fugarse en junio de 1791 para unirse a los exiliados y formar un ejército, pero fue detenido en Varennes. Este hecho avivó el sentimiento antimonárquico. La nueva Asamblea Legislativa, dominada por moderados, enfrentó un periodo turbulento. Las monarquías europeas, temerosas del contagio revolucionario, se preparaban para intervenir. En 1792, la Asamblea declaró la guerra a Austria, pero las derrotas iniciales y la invasión prusiana pusieron a la Francia revolucionaria en grave peligro.
La Convención (1792-1794)
Ante la amenaza austro-prusiana, las masas populares, lideradas por los revolucionarios más radicales (los sans-culottes), asaltaron el palacio de las Tullerías. La Asamblea Legislativa suprimió la monarquía y convocó una nueva asamblea, la Convención, elegida por sufragio universal masculino.
Los girondinos al poder
Tras la victoria francesa en Valmy, la Convención abolió la monarquía y proclamó la República. En ella destacaron tres grupos: los girondinos (moderados), los jacobinos o montañeses (radicales, liderados por Robespierre) y la Llanura (burgueses centristas). La lucha entre girondinos y montañeses culminó con el proceso y ejecución de Luis XVI en 1793, lo que provocó la formación de una Primera Coalición europea contra Francia. La situación interna empeoró con la sublevación de la región de La Vendée y la creación de órganos represivos como el Comité de Salud Pública. Finalmente, las masas populares, lideradas por Robespierre, rodearon la Convención y arrestaron a los diputados girondinos, dando paso a la Convención montañesa.
La República Conservadora (1794-1799): El Directorio y la Reacción Termidoriana
La burguesía moderada deseaba encauzar la revolución instaurando una república conservadora. La Constitución del Año III (1795) estableció un gobierno de la burguesía propietaria, con dos cámaras, sufragio restringido y un poder ejecutivo que recaía en un Directorio de cinco miembros. Este régimen recurrió con frecuencia al ejército para reprimir revueltas. En 1799, Sieyès, con la ayuda de un joven general, Napoleón Bonaparte, dio un golpe de Estado, disolvió el Directorio y estableció un Consulado, poniendo fin a la Revolución.
La Era Napoleónica
El Consulado
Napoleón prometió el retorno a la calma. Forzó el nombramiento de tres cónsules provisionales, pero pronto se declaró cónsul único y vitalicio. Se comprometió a mantener al clero y reconocer el catolicismo como religión mayoritaria. El Código Civil de 1804 recogió las principales conquistas de la revolución moderada: libertad e igualdad civil, supresión del régimen feudal y propiedad libre de la tierra.
El Imperio Napoleónico (1804-1815)
En 1804, Napoleón fue nombrado emperador hereditario. En 1805, Reino Unido, Rusia y Austria formaron una coalición antifrancesa. Napoleón logró grandes victorias terrestres, pero fue derrotado en la batalla naval de Trafalgar por los británicos. Para dañar a Gran Bretaña, decretó el Bloqueo Continental en 1806. Sometió a Austria, disolvió el Sacro Imperio y ocupó Prusia. Sin embargo, el imperio comenzó a debilitarse. La campaña de invasión de Rusia en 1812 fue una catástrofe, y en España, la ocupación francesa de 1808 provocó la Guerra de la Independencia, un constante desgaste para sus tropas.
La Europa de la Restauración, el Liberalismo y el Nacionalismo
La Restauración y el Congreso de Viena (1815)
Tras la derrota de Napoleón, las viejas monarquías fueron restauradas en un intento de regresar al Antiguo Régimen. El fundamento ideológico de esta etapa, conocida como la Restauración, era el legitimismo. El nuevo orden se diseñó en el Congreso de Viena (1815), liderado por el canciller austriaco Metternich, con el objetivo de restablecer el equilibrio entre las potencias europeas. Se formó la Cuádruple Alianza (Austria, Rusia, Prusia y Reino Unido) para defender este orden, a la que más tarde se incorporaría Francia (Quíntuple Alianza).
Liberalismo y Nacionalismo: Las Nuevas Fuerzas Políticas
La vuelta al Antiguo Régimen ya no era posible. Los pueblos que habían luchado contra la ocupación francesa habían conocido las ideas revolucionarias sobre la soberanía nacional y los derechos del hombre. Ya no se consideraban súbditos, sino ciudadanos de pleno derecho, dando impulso a dos grandes ideologías: el liberalismo y el nacionalismo.
El Nacionalismo en la Europa del Siglo XIX
La nación, en sentido político, surgió durante las guerras napoleónicas, cuando los países ocupados desarrollaron un sentimiento nacional de rechazo. Muchos grupos rechazaron los acuerdos del Congreso de Viena, que había dejado a numerosas nacionalidades sometidas a grandes imperios.
Los nacionalismos disgregadores
Algunos movimientos nacionalistas pretendían separarse de una unidad política más grande. En el siglo XIX, solo tuvieron éxito en Bélgica, que se separó de los Países Bajos, y en Grecia, que se independizó del Imperio Otomano.
Los Procesos de Unificación Nacional
La Unificación Italiana
Primera fase (1849-1860)
Víctor Manuel II de Saboya, rey de Piamonte-Cerdeña, dirigió el proceso unificador con la ayuda de su primer ministro, Cavour. Se alió con Francia para luchar contra Austria. Tras las victorias en las batallas de Magenta y Solferino, Piamonte anexionó Lombardía. En 1860, Parma, Módena, Romaña y Toscana se unieron a Piamonte tras sendos referéndums.
Segunda fase (1860-1865)
Cavour aprovechó una sublevación campesina en Sicilia para enviar a los mil «camisas rojas» de Garibaldi. Sicilia, el sur de Italia, y los territorios de las Marcas y Umbría se incorporaron al reino. Se proclamó a Víctor Manuel II como rey de Italia.
Tercera fase (1866-1870)
Tras la guerra austro-prusiana, Italia anexionó Venecia. Finalmente, en 1870, aprovechando la derrota de Francia en Sedán, las tropas italianas ocuparon Roma, que fue proclamada capital del nuevo Estado. El Papa no reconoció esta anexión, lo que planteó la «cuestión romana», no resuelta hasta los Tratados de Letrán (1929).
La Unificación Alemana
Primera fase (1859-1865)
Prusia lideró la unificación. Los estados alemanes, excepto Austria, ya habían formado una Unión Aduanera (Zollverein). Prusia, bajo el liderazgo del canciller Otto von Bismarck, inició un proceso de industrialización y reforzamiento militar.
Segunda fase (1866-1869)
Bismarck provocó una guerra con Austria, a la que derrotó en la batalla de Sadowa (1866). Esto permitió la anexión de varios estados y la creación de la Confederación de Alemania del Norte.
Tercera fase (1870-1871)
Bismarck firmó una alianza militar con los estados alemanes del sur. Para culminar la unificación, provocó una guerra con la Francia de Napoleón III, que se oponía al fortalecimiento de Prusia. La decisiva victoria prusiana en la batalla de Sedán (1870) llevó a la anexión de Alsacia y Lorena. En 1871, en el Palacio de Versalles, fue proclamado el Segundo Reich (Imperio Alemán), con Guillermo I como emperador. Alemania se convirtió en una de las mayores potencias de la época.