Velázquez: Características y Evolución de su Pintura

Diego Velázquez (1599-1660)

Entre el realismo de la primera mitad del siglo y el Barroco pleno de la segunda mitad. Nacido en Sevilla en 1599, es considerado el pintor más importante del Barroco europeo. Su figura quiebra la tradicional división del Barroco en escuelas, ya que, aunque tuvo contacto con varias, no se le puede encasillar en ninguna.

Características Generales de su Estilo

  • Naturalismo con un marcado acento en la realidad; pero se trata de una realidad más sentida que observada. Ve el mundo como un pensador, sin fantasías ni idealismos.
  • Gran sentido del equilibrio, que modera su naturalismo, haciéndolo menos barroco. Siempre guiado por el buen gusto y la elegancia, tanto en la elección de temas como en las actitudes y gestos. No le atrae el vértigo del movimiento, tan característico de la pintura barroca europea.
  • Ambientes de relativa sencillez, gran reposo y serenidad.
  • Evolución en sus composiciones:
    • Desde sus primeras obras, donde se limita casi a yuxtaponer personajes.
    • Hasta composiciones en las que consigue que se muevan y agrupen con naturalidad.
  • En el color también hay evolución, tanto en su gama cromática como en la técnica de aplicación:
    • Su paleta se aclara paulatinamente, desde tonos oscuros hasta grises plateados al final.
    • Al principio, la pasta es lisa, de grosor uniforme. Posteriormente, las pinceladas se independizan, haciéndose más sueltas y la factura más fluida.
  • Gran detallismo.
  • Gran variedad temática: religiosa, retratos, bodegones, paisajes, escenas de género, históricas, e incluso temas mitológicos y desnudos.
  • Uno de sus grandes hallazgos fue la captación del espacio, la capacidad para crear un ambiente real que envuelve a sus figuras: la perspectiva aérea. Velázquez comprendió que la luz no solo ilumina objetos dándoles volumen, sino que también permite ver el aire interpuesto entre ellos, haciendo perder precisión a los contornos (“pinta el aire”).

Etapas de su Obra

Primera Etapa: Sevilla (hasta 1623)

  • El aguador de Sevilla: Tema costumbrista que fusiona escena de género y bodegón. Alegoría de las tres edades del hombre.
  • Vieja friendo huevos.

Segunda Etapa: La Corte (1623-1629)

  • El triunfo de Baco: Temática mitológica. Ausencia de idealismo. Interés por objetos cotidianos.

Tercera Etapa: Primer Viaje a Italia (1629-1631)

  • La fragua de Vulcano: La idealización de las anatomías y el tratamiento de la luz suponen un profundo giro estilístico. Momento de gran tensión y dramatismo, tratado sin ironía. El dios Apolo comunica a Vulcano la infidelidad de Venus ante la atónita mirada de los cíclopes, que interrumpen su labor. Momento de sorpresa. El tema del deshonor es frecuente en el teatro del Siglo de Oro, pero Velázquez evita lo escabroso, tratándolo con discreción y elegancia. La composición se organiza de derecha a izquierda. El tema sirve de pretexto para exaltar el desnudo masculino.
    • Abandono definitivo del tenebrismo.
    • Conquista espacial mediante la distribución escalonada de las figuras.

Cuarta Etapa: Segunda Estancia en Madrid (1631-1649)

  • La rendición de Breda (1634-1635): Cuadro histórico. Inspirado en la comedia de Calderón “El sitio de Breda”. Composición basada en la contraposición de dos grupos: el holandés a la izquierda y el español a la derecha. Plasma la hidalguía ética del vencedor, evitando la humillación del vencido. Los tonos plateados contribuyen a la luminosidad de los fondos. La perspectiva aérea está claramente lograda.
  • Cristo crucificado: Quizás la interpretación más noble y suprema de este tema. Un Cristo de serena y mística dulzura, lejos de los Cristos barrocos de atroces dolores que solicitan compasión o arrepentimiento.
  • Retrato ecuestre del príncipe Baltasar Carlos: Parte de una serie de retratos ecuestres para el Salón de Reinos del Buen Retiro, donde Velázquez se muestra como gran retratista y magnífico pintor de caballos.
  • Don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, a caballo (1633): Representa al primer ministro de Felipe IV como general, en actitud triunfal y mirada vencedora, con el caballo en corveta, como en las representaciones regias.
  • El Niño de Vallecas: Pertenece a la serie de bufones, uno de los capítulos más singulares de su producción. Los presenta con fidelidad, en un sincero estudio al natural, captando lo humano y cálido bajo aquellos personajes. Sin burla ni sátira, tratados con respeto y dignidad.

Quinta Etapa: Segundo Viaje a Italia (1649-1651)

  • Paisaje de la Villa Médici: El paisaje, antes fondo, ahora se convierte en protagonista. Aportan novedades revolucionarias para su época:
    • Pintados al aire libre, al natural, cuando lo normal era tomar apuntes y terminar en el taller.
    • Usa la pincelada con libertad, sin buscar formas precisas, sino la “impresión” de realidad.
  • La Venus del espejo: Uno de los desnudos femeninos más hermosos de la pintura universal y de los pocos en la pintura española. Fue la primera vez que Velázquez retrató un desnudo femenino. Une belleza, sensualidad, refinamiento y elegancia. La presencia del espejo acentúa la profundidad y permite la doble presencia del personaje, muy del gusto barroco. Por la posición del espejo, Venus no se contempla a sí misma, sino que mira al espectador, elemento clave en la estética barroca. El color es otro acierto.

Sexta Etapa: Los Nueve Últimos Años de su Vida (1651-1660)

  • Las hilanderas: Fusiona mito y realidad. Asunto mitológico: la contienda entre Palas Atenea y Aracne (que se proclamaba mejor tejedora), que ocupa el fondo, mientras que en primer término aparece un taller de hilados, fusionando ambos espacios como en un escenario. El gran protagonista es la luz, que ilumina tenuemente el primer plano y con mayor intensidad el fondo, en un sabio escalonamiento. Todo se supedita a la luz: línea y color. Supone el pleno dominio de la plasmación atmosférica.
  • Las Meninas (1656): Un compendio de pintura: luz, espacio, ambiente, retratos, vida cortesana… Cuadro de familia en torno a la infanta Margarita y su corte. En primer término, a la derecha, los enanos Nicolás de Pertusato y Maribárbola, y un perro; en el centro, la infanta entre las dos meninas, Agustina Sarmiento (que le ofrece agua) e Isabel de Velasco; detrás, en la penumbra, doña Marcela de Ulloa (encargada del servicio de las damas de la reina) y el guardadamas, don Diego Ruíz de Azcona; al fondo, fuertemente iluminado, el aposentador José Nieto Velázquez; en la pared, un espejo que refleja a los reyes Felipe IV y doña Mariana de Austria; y a la derecha, Diego Velázquez, pintando y mirando al espectador. La sensación de profundidad espacial se logra con el escalonamiento de las figuras en distintos planos y se acentúa con la puerta abierta al fondo, recurso frecuente en la pintura flamenca de interiores. Las ventanas (abiertas, cerradas o entreabiertas) crean una gradación lumínica que, junto con la disgregación creciente de la pincelada hacia el fondo, contribuye al efecto de la perspectiva aérea, magistralmente lograda en esta obra. Da la sensación de que el espectador está en el cuadro.