El Arte de la Persuasión en la Antigüedad: De los Faraones a los Césares

Definiendo la Propaganda en la Historia

¿Podemos hablar de protopropaganda como hablamos de protopublicidad? La respuesta es compleja. A diferencia de la publicidad moderna, que surge en el siglo XIX con el auge de los medios masivos, la propaganda tiene raíces mucho más antiguas. Si bien muchos autores señalan que ambas disciplinas emplean técnicas similares en la era de las masas —como ocurrió en la Primera Guerra Mundial—, sus orígenes y fines son distintos.

La propaganda nace de la necesidad de ejercer poder. El ser humano es un ser social y, desde que nos constituimos en sociedad, ha existido la figura del líder. Para consolidar su posición, este debe emitir un mensaje con una fuerte carga ideológica que justifique su autoridad y la subordinación de los demás. Por ello, incluso en las sociedades primitivas, ya encontramos elementos propagandísticos.

La historia de la propaganda está íntimamente ligada a los conflictos bélicos. La guerra, inherente a la condición humana, propicia la aparición de himnos, cánticos y eslóganes que fomentan el sentimiento de unidad, ensalzan a las tropas, maximizan la figura del líder y ridiculizan al enemigo. Cualquier manual sobre el tema confirma este estrecho vínculo.

Orígenes en Mesopotamia y Egipto

Mesopotamia: Escritura y Arte al Servicio del Poder

En Mesopotamia, los sumerios fueron pioneros en utilizar la escritura cuneiforme y el arte como formas de propaganda para ensalzar la figura del rey. La arquitectura monumental, como los grandes templos y zigurats, se erigía como un símbolo visible e imponente del poder del gobernante.

Los bajorrelieves, como el de la Leona Herida, también servían a este propósito, mostrando al rey como el único capaz de dominar a las fuerzas de la naturaleza, una hazaña reservada a quien ostentaba el poder. Aparecen también las primeras genealogías, escritos sobre la familia real que conforman un discurso legitimador para justificar por qué una persona tiene el poder y otras no. En la biblioteca del rey asirio Asurbanipal se encontró el Poema de Gilgamesh, uno de los primeros relatos escritos que, entre otras cosas, explicaba el origen divino del poder real.

Esta práctica de exaltar las hazañas del rey mediante la literatura fue una constante en la historia, como demuestra Virgilio, quien escribió la Eneida por encargo del emperador Augusto para glorificar su figura y la de Roma.

Egipto: El Faraón como Divinidad

En Egipto, la arquitectura monumental alcanzó su máxima expresión con las pirámides, los grandes templos y las esculturas colosales, todos ellos instrumentos de exaltación y propaganda. Al igual que en Mesopotamia, se mantuvieron las genealogías escritas, pero los egipcios dieron un paso más allá: utilizaron lo sagrado para legitimar el poder, convirtiendo al faraón en un dios en la Tierra.

El caso de Akenatón y la Revolución Monoteísta

El faraón Amenofis IV, quien se haría llamar Akenatón, es considerado el primer monoteísta de la historia. Hacia el 1350 a.C., decidió implantar el culto a un único dios, Atón, una deidad solar de la que se prohibió toda representación excepto su símbolo: un círculo. Akenatón se posicionó como su único representante en la Tierra.

Para ello, desarrolló una intensa campaña propagandística que incluyó:

  • La reforma de la educación escolar para inculcar la nueva fe en los niños.
  • La difusión de textos religiosos a favor del monoteísmo.
  • La prohibición de imágenes de los antiguos dioses.
  • La composición de poemas de alabanza a Atón, escritos por él mismo.

Tras su temprana muerte, la subida al trono de Tutankamón supuso la restauración del politeísmo tradicional.

Monoteísmo vs. Politeísmo

El politeísmo presenta dioses cercanos a los hombres, con vicios y virtudes humanas (el dios del vino, de la guerra, etc.), que dan respuesta a los problemas cotidianos. El monoteísmo, en cambio, es una religión excluyente: si solo existe un dios verdadero, los demás son falsos. A menudo, prohíbe la representación de la divinidad mediante imágenes, algo que el cristianismo —un monoteísmo atenuado (Padre, Hijo y Espíritu Santo)— rompió, utilizando el arte y las imágenes de forma masiva como instrumento de propaganda de su doctrina, como se observa en la Semana Santa.

Propaganda en la Antigua Grecia

En la Antigua Grecia, los mitos servían como vehículo para transmitir valores y explicar problemas sociales. Estas historias, protagonizadas por dioses y héroes, se actualizaban constantemente para reflejar la realidad de su tiempo.

La Democracia Ateniense y el Arte de la Persuasión

Grecia fue la cuna del sistema democrático, aunque muy diferente al actual. La llamaron democracia (del griego demos, ‘pueblo’, y kratos, ‘poder’), pero el “pueblo” con derecho a participar se limitaba a los varones atenienses de clase alta. Los esclavos, sobre cuyos hombros se sustentaba la polis, estaban excluidos. Estos ciudadanos se reunían en el ágora para debatir los asuntos públicos (la res publica) y votar.

En este contexto, la oratoria, el arte de hablar y convencer, se convirtió en una herramienta fundamental para difundir ideas y justificar el poder. La democracia fomentó el desarrollo de la retórica como disciplina esencial para el éxito político.

La Propagación de la Imagen de Atenas

Atenas utilizó diversos medios para proyectar su poder e ideología:

  • Numismática: El símbolo de la ciudad, la lechuza de Atenea, se incluyó en las monedas junto al nombre de la diosa, difundiendo su imagen por todo el mundo conocido.
  • Arquitectura: Los templos de la Acrópolis (del griego acro, ‘alta’, y polis, ‘ciudad’), como el Partenón o el Erecteion, se construyeron en lo alto para ser visibles desde cualquier punto, como un recordatorio constante de la grandeza de Atenas.
  • Teatro: Autores como Esquilo utilizaron la tragedia para promover y exaltar los valores democráticos entre los ciudadanos.

El Siglo de Pericles

Los atenienses cultivaron la exaltación de sus gobernantes. El “siglo de oro” de Atenas es conocido como el Siglo de Pericles. Antes de morir de peste, este afirmó: “Lo mejor que hay en mí es que ningún ateniense vivo jamás ha tenido que llevar luto por mi culpa”, en alusión a su política de evitar grandes conflictos. La decadencia de esta época dorada coincidió con el resquebrajamiento del sistema democrático.

Alejandro Magno: Precursor del Culto a la Personalidad

Alejandro Magno fue un maestro en la construcción de su propia imagen. Acuñó monedas con su efigie, fundó numerosas ciudades con su nombre a medida que conquistaba territorios —siendo la de Egipto la más famosa— e inauguró una práctica que en el siglo XX se conocería como el culto a la personalidad, una característica de los regímenes totalitarios.

Es considerado un precursor de la globalización, pues pretendía crear un imperio panhelénico imponiendo la cultura y la lengua griegas por todo el mundo conocido, en una suerte de primer gobierno mundial.

La Maquinaria Propagandística de Roma

Suele decirse que Roma conquistó Grecia militarmente, pero Grecia conquistó a Roma culturalmente. Los romanos adoptaron y adaptaron la vasta cultura griega, añadiéndole su característico sentido práctico y su habilidad para la organización. Perfeccionaron la oratoria y llevaron el arte de glorificar a sus gobernantes a un nuevo nivel. Su carácter imperialista se resume en el lema: “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz, prepárate para la guerra).

La expansión del Imperio Romano fue un triunfo de la propaganda. Roma no solo exportaba su poder militar, sino también un apetecible estilo de vida y un modelo de organización política y social superior, creando pequeñas “Romas” por todo el territorio. La conquista cultural precedía, siempre que era posible, a la de la espada. La influencia de su estructura fue tal que, siglos después, el cristianismo copiaría el modelo administrativo romano para organizarse.

La política apasionaba a los romanos, y de ellos hemos heredado gran parte de nuestro vocabulario político. Fueron pioneros en técnicas como el grafiti electoral y los album, espacios públicos encalados donde los políticos escribían sus mensajes.

Julio César: El Genio de la Autopromoción

Julio César es considerado uno de los grandes genios de la propaganda. Utilizó mecanismos que hoy asociamos a los totalitarismos, como el culto a la personalidad. Primero acumuló prestigio como militar y luego lo utilizó para saltar a la política. Magnificó sus éxitos en obras escritas por él mismo, como De bello Gallico (La guerra de las Galias) y De bello civili (La guerra civil).

Era un maestro de la espectacularización, empleando la “teatrocracia” para revestir su figura de un aura de poder mediante rituales, vestimentas y símbolos. Fomentó la violencia y el desorden para luego presentarse como la única solución, creando así consenso a su favor. Otros instrumentos que utilizó fueron:

  • La acuñación de monedas con su rostro.
  • Una oratoria cuidada, con gestos y frases memorables.
  • El Acta Diurna, un precursor del periodismo escrito donde se informaba de los asuntos importantes del Estado.

Su nombre se convirtió en sinónimo de poder, dando origen a palabras como káiser o zar.

Augusto y la Pax Romana

Tras la muerte de César, su sobrino Octavio se proclamó primer emperador con el nombre de Augusto. Continuó la línea propagandística de su predecesor, tanto hacia su persona como hacia la ciudad. Augusto acuñó el concepto de la Pax Romana: una paz impuesta por la fuerza militar de Roma, bajo la cual todo el mundo conocido quedaba sometido. Utilizó a grandes artistas como Virgilio y Horacio para exaltar la grandeza del Imperio, estimulando a los aristócratas para que actuaran como mecenas.

En su etapa de decadencia, el Imperio Romano recurrió a una técnica de evasión para desviar el descontento popular: la del chivo expiatorio. Esta estrategia consiste en culpar a un grupo minoritario de los problemas sociales para exculpar a los verdaderos responsables del poder.