La Edad Media en la Península Ibérica
La España Medieval: Contexto Histórico y Cultural
En el siglo VIII, los musulmanes llegaron a la Península Ibérica. El territorio fue ocupado casi por completo, mientras que al norte se refugiaron algunos visigodos, que se atrincheraron junto a los pueblos que habitaban la zona. En estos núcleos de resistencia se crearon diversos reinos. Desde el siglo IX, iniciaron su expansión hacia el sur en un proceso conocido como Reconquista, que se prolongó hasta el siglo XV.
La coexistencia en la Península del mundo cristiano de los reinos del norte y de la realidad andalusí resultó fundamental para la aparición de una cultura específica, que mezcló la tradición cristiana con la influencia musulmana. La presencia de una minoría judía completó el mosaico de culturas propio de la época.
Este panorama se vio complementado desde el siglo XI por el influjo cultural y artístico que penetró en el territorio a través del Camino de Santiago. La ruta jacobea fue punto de encuentro de la cristiandad europea y espacio de intercambio económico e intelectual. Estilos artísticos como el románico y el gótico se adentraron en la Península Ibérica a través de esta vía, y configuraron la rica realidad peninsular de la Baja Edad Media.
Sociedad y Economía Medieval
La sociedad medieval era estamental. En ella había tres órdenes: dos privilegiados, la nobleza y el clero, encargados de la guerra y la oración, y otro no privilegiado, compuesto por campesinos y artesanos que se ocupaban de producir.
La debilidad de los reyes medievales y la inseguridad de la época fortalecieron el poder de la nobleza y de la Iglesia, que acumularon extensos señoríos territoriales. Sus habitantes asumieron relaciones de servidumbre a cambio de protección, creando así una sociedad de tipo feudal.
La Edad Media se inició con un proceso de ruralización. Las ciudades entraron en decadencia y el comercio se contrajo. La vida se concentró en el campo y la economía se orientó hacia la subsistencia.
Desde el siglo XII, se revitalizó el mundo urbano. Las ciudades recuperaron progresivamente su actividad económica y cultural, así como su peso político. Artesanos y comerciantes aumentaron su riqueza e importancia, hasta configurar un nuevo grupo social económicamente emergente: la burguesía.
La Poesía Lírica Tradicional y Épica Castellana
Se pueden diferenciar dos grandes tipos de poesía. La poesía de tipo popular se transmite de forma oral y cuenta con una variante lírica y otra narrativa: la poesía épica. La poesía culta, que también presenta variantes lírica y narrativa, se difunde a través de la escritura y es creada por autores conocidos como Gonzalo de Berceo o Jorge Manrique.
La poesía lírica tradicional está integrada por composiciones anónimas que una comunidad ha acogido como patrimonio común y ha ido transmitiendo y recreando oralmente durante siglos. Las principales formas de la lírica tradicional peninsular son:
Las Jarchas: Expresión Femenina del Amor
Breves composiciones de raíz popular y transmisión oral, originarias de al-Ándalus. Se han conservado gracias a poetas árabes y hebreos que decidieron imitarlas o incorporarlas como cierre de sus poemas. Datan de los siglos XI-XII y están escritas en mozárabe y árabe vulgar, algo comprensible porque surgen en un territorio bilingüe.
Son la expresión femenina de un amor angustiado o gozoso. En ellas aparecen variantes recurrentes del tema amoroso, como la visita inesperada o la ausencia del amigo; dolorosas quejas de las madres, hermanas o amigas; descripción apasionada del amado, etc. La ausencia de detalles sobre el espacio o el momento de la escena amorosa intensifica el lirismo de los sentimientos.
En cuanto a su forma, constan de una estrofa de dos a cuatro versos con rima consonante, y se caracterizan por su sencillez expresiva, habitual en la literatura popular.
Origen y Transmisión de la Poesía Épica
Además de informar sobre acontecimientos pasados, proponen un modelo de héroe cargado de virtudes guerreras y aristocráticas, y defienden las estructuras socioeconómicas del sistema señorial.
Se inspiran en hechos históricos, a los que se van superponiendo elementos que engrandecen la figura del héroe. Los acontecimientos relatados son hechos verdaderos.
Es difícil saber cómo se originaron estos textos, pero se cree que en épocas más o menos próximas a la historia original debieron de surgir leyendas y canciones acerca de los protagonistas. Estas se transmitieron oralmente de una generación a otra y, siglos después, uno o varios poetas emplearon este material como base para los poemas.
La difusión de este tipo de textos corría a cargo de juglares que recitaban el cantar ante un auditorio. Los juglares podían acompañar su recitación con algún instrumento de cuerda e introducían pequeñas variantes en función del auditorio para hacer más vivo el relato.
Características de los Poemas Épicos
Relatan las hazañas bélicas de un héroe perteneciente a la nobleza. Este héroe representa las virtudes caballerescas y lucha en batalla para restaurar un orden social que se ha quebrantado.
En cuanto a la forma, los poemas épicos se estructuran en tiradas o agrupaciones de versos asonantes que oscilan entre doce y dieciséis sílabas, con cesura o pausa intermedia, que divide cada verso en dos hemistiquios.
Son frecuentes las expresiones en las que el juglar se dirige al auditorio, puesto que se trata de textos recitados oralmente. Para facilitar la memorización, abundan los paralelismos y los epítetos épicos, fórmulas que se repiten para referirse al héroe y que destacan alguna de sus características. También son habituales las intervenciones de los personajes en estilo directo para hacer más cercanos los sucesos y las descripciones de batalla.
La Épica Castellana: Ciclos y Rasgos Distintivos
Se conservan pocas muestras de cantares de gesta castellanos. Contamos con unos miles de versos repartidos entre el Cantar de Mio Cid, un fragmento de Roncesvalles y otro de las Mocedades de Rodrigo. Los demás cantares de los que se tiene noticia se han perdido o se conocen parcialmente a través de las crónicas históricas que los emplearon.
Se han mencionado como origen de los cantares castellanos, además de los poemas épicos griegos y latinos, una perdida epopeya visigoda y algunos relatos árabes de contenido épico.
Entre los rasgos generales de estos cantares, cabe destacar su espíritu de unidad cristiana frente al islam, un mayor realismo con respecto a los cantares europeos y el importante papel, además del héroe, de la figura de los reyes.
Las obras pertenecientes a la épica castellana se aglutinan en torno a tres ciclos o ejes temáticos:
- Ciclo Carolingio: Se centra en la figura de Carlomagno. Pertenecen Roncesvalles, Mainete y Bernardo del Carpio.
- Ciclo de los Condes de Castilla: Trata de la independencia del Condado de Castilla. Las obras que lo componen son Poema de Fernán González, La condesa traidora, Romanz del infant García y Los siete infantes de Lara.
- Ciclo del Cid: Se centra en la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como Cid Campeador, un famoso caballero castellano del siglo XI. Pertenecen a este ciclo el Cantar de Mio Cid, el Cantar de Sancho II y las Mocedades de Rodrigo.
El Cantar de Mio Cid: Obra Cumbre de la Épica Medieval
Principal cantar de gesta de la poesía épica castellana. Como es habitual en este tipo de obras, no estaba destinado a la lectura, sino a la recitación en público por parte de un juglar ante un auditorio.
Manuscrito, Autor y Fecha de Composición
El texto que se conserva aparece en un manuscrito que data del siglo XIV. Este manuscrito es copia a su vez de otro, realizado por un clérigo llamado Per Abbat en 1207.
No se sabe si el texto que hoy leemos es obra de dos o más juglares del siglo XII o de un solo autor culto algo posterior. Este autor probablemente empleó otros poemas acerca del Cid. La redacción del Cantar debió de componerse en la segunda mitad del siglo XII.
Contenido y Estructura del Cantar
Recoge los últimos años de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, con escasas menciones a su biografía. Por su contenido, puede dividirse en tres partes:
- Cantar del Destierro: El Cid es acusado de robo por sus enemigos, con lo que pierde el honor político ante el rey Alfonso VI de Castilla y es desterrado. Para recuperarlo, el héroe lucha contra los enemigos, y tras cada victoria envía regalos al monarca, en señal de sumisión, para solicitar su perdón.
- Cantar de las Bodas: Las conquistas del Cid culminan con la toma de Valencia. El héroe es perdonado por el rey, y tiene lugar la boda de sus hijas con los infantes de Carrión.
- Cantar de la Afrenta de Corpes: El Cid pierde su honor privado o familiar tras la Afrenta de Corpes, episodio ficticio en el que sus hijas son maltratadas y abandonadas por sus maridos, los infantes de Carrión. Vuelve a recuperar el honor definitivamente con la segunda boda de sus hijas con los infantes de Navarra y Aragón, episodio solo en parte histórico.
La obra trata así del proceso de recuperación del honor perdido por el héroe: para restaurar su honor político, el Cid se enfrenta a los enemigos musulmanes en el campo de batalla, y para recobrar el honor familiar, recurre a la justicia real contra los infantes de Carrión.
El Cantar mantiene un tono de verosimilitud que lo diferencia de otras gestas europeas, quizá por la proximidad cronológica entre los hechos narrados y la fecha de composición del poema. Ello no excluye la presencia de episodios en los que se manipula la historia o se inventan acontecimientos, introducidos para ensalzar las cualidades heroicas del protagonista.
Características Formales del Cantar de Mio Cid
Consta de casi cuatro mil versos, distribuidos en tiradas monorrimas y de extensión variable, que integran diferentes unidades de acción. Todos ellos, de medida irregular, tienen una cesura que los divide en dos mitades o hemistiquios.
El lenguaje es muy claro y expresivo, y en su estilo se aprecian los recursos propios de la recitación oral juglaresca: las llamadas de atención para dirigirse a los oyentes; la abundancia de epítetos épicos, fórmulas para referirse al héroe y magnificar sus virtudes; y la reproducción en estilo directo de las palabras de los personajes.
La Figura del Héroe: Rodrigo Díaz de Vivar
El protagonista, representa a la nobleza guerrera castellana, enfrentada a la aristocracia leonesa. Pertenece a una capa baja de la nobleza, los infanzones, que mantienen su espíritu guerrero y se ganan el pan y el honor luchando. Se trata de un grupo social opuesto a la alta nobleza, entregada a la placentera vida cortesana.
Como héroe épico representa los valores arquetípicos de amor conyugal y filial, pasión guerrera, honradez, inteligencia, mesura y religiosidad. Es decir, el Cid es el perfecto caballero cristiano, amante padre y esposo, que reúne en su persona sabiduría y fortaleza.
A medida que avanza el poema, se produce un progresivo engrandecimiento de la figura del héroe, al que corresponde un envilecimiento de la figura de los traidores y la mitificación del reino de Castilla.
El Romancero: Poesía Épico-Lírica Medieval
Poemas de carácter épico-lírico. A partir del siglo XV, el gusto por lo tradicional surge en las cortes reales. Es lo que sucede con los romances, cuya primera muestra escrita conservada data de 1421.
- Romancero Viejo: Pertenece a esta clase el conjunto de romances anónimos que se cantaban a finales de la Edad Media. Algunos se han conservado escritos a partir del siglo XV y, sobre todo, en el XVI. Es un género de origen oral y popular, pero acabará sometido a las reglas de la literatura escrita.
- Romancero Nuevo: A este tipo corresponden los romances escritos por los poetas cultos de los siglos XVI y XVII.
Origen y Transmisión de los Romances
El origen de parte de los romances parece situarse a finales de la Edad Media en la descomposición de los poemas épicos. Sin embargo, hay romances que guardan mayor relación con las variantes líricas de la poesía tradicional. Con ellas comparten rasgos como el empleo de repeticiones, el subjetivismo o la utilización de la naturaleza como escenario de los poemas.
Hasta los siglos XV y XVI, la transmisión de estas composiciones debió de hacerse principalmente de modo oral, lo que explica las diferentes versiones que se han hallado de un mismo romance. Los juglares serían los responsables de cantar los romances ante un auditorio, a cuyos gustos adaptarían su actuación. Así, los romances se van recreando a medida que se van transmitiendo.
A partir de estos siglos, los romances circularon por escrito a través de dos caminos, aparte de las copias manuscritas: impresos en pliegos sueltos, es decir, en cuadernillos de unas pocas páginas que se vendían a muy bajo precio y destinados a un público de extracción social baja; y recopilados en cancioneros, romanceros y libros de música con partituras para unos receptores de posición social más elevada.
Contenido Temático de los Romances
Se distinguen distintas clases según su contenido:
- Épicos: Derivan de cantares de gesta castellanos y franceses y tratan de figuras como el Cid o Carlomagno.
- Históricos: Basados en algún episodio de la historia de la época. Se incluyen aquí los fronterizos (sobre enfrentamientos entre musulmanes y cristianos) y los moriscos (cuyo protagonista es un refinado caballero musulmán).
- Líricos y Novelescos: Se centran en la expresión de un sentimiento, generalmente amoroso, o se inspiran en episodios legendarios de personajes.
- Otros Romances: Recogen asuntos bíblicos o de la Antigüedad grecolatina.
Características Formales de los Romances
Son poemas de diferente extensión, integrados por versos octosílabos con rima asonante en los pares, y que los impares quedan sueltos. Estas características métricas se explicarían porque, al segmentarse los largos versos de los cantares de gesta, los hemistiquios iniciales habrían dado lugar a los versos impares de los romances, mientras que los finales habrían derivado en los versos pares.
Del carácter épico de los romances y de su transmisión oral proceden rasgos como el empleo de arcaísmos, las apelaciones al auditorio o el uso especial de algunos tiempos verbales, como el pretérito imperfecto.
Del carácter lírico de estos poemas derivan características como la sencillez sintáctica, las repeticiones o el lenguaje expresivo con gran carga emotiva.
Los romances tienden a centrarse en un episodio narrativo concreto y prescinden de elementos no esenciales, por lo que es habitual que se omitan los comienzos o los finales. Este rasgo da a algunos romances un aspecto fragmentario, inesperadamente interrumpido y misterioso.