Siglo XII: Desarrollo del Castellano Primitivo
El castellano primitivo es un islote excepcional, cuya aparición en la escritura es lenta. Adoptó las innovaciones que venían del leonés, el vasco y el navarro-aragonés, añadiendo características propias. Se convirtió en un dialecto original e independiente con rasgos distintivos que no se daban en el resto de los dialectos:
- Convertía la f inicial latina en h aspirada (hijo por fiyo).
- Cambiaba -illo por -iello: castillo por castiello.
- Empleaba un sistema vocálico de 5 unidades.
- Los grupos iniciales pl, cl y fl evolucionaron a ll (flamma > llama).
- Las consonantes g y j pasaron a h (gelare > helare).
- Las vocales latinas e y o breves tónicas pasaron a ser diptongos (ventu > viento).
En este siglo se creó el Cantar de Mío Cid.
Siglos XIII y XIV: La Literatura en Castellano
A continuación, se enumeran brevemente las aportaciones clave al desarrollo del castellano gracias a la contribución de:
Gonzalo de Berceo
Primer poeta de nombre conocido y máximo representante del Mester de Clerecía, autor de Los Milagros de Nuestra Señora.
Alfonso X el Sabio
Prefirió dedicarse más a la cultura que a la guerra. En su corte se creó la prosa castellana. Esta labor se realizaba en la Escuela de Traductores de Toledo, que había fundado en el siglo XII el obispo don Raimundo: un judío o un árabe hacía una versión oral en romance de obras árabes o hebreas, y un cristiano pasaba dicha versión al latín.
Don Juan Manuel
Continuó la obra de Alfonso X y cuidó no solo el lenguaje, sino también la corrección y transmisión de sus escritos.
Juan Ruiz
Utilizó un lenguaje plagado de refranes. Su Libro de Buen Amor así lo refleja.
Siglos XV al XVII: Los Siglos de Oro, Normalización y Expansión del Castellano
Los reinos de Castilla y Aragón se vieron envueltos en una serie de guerras civiles por problemas de sucesión. La situación terminó con la unión de los Reyes Católicos.
Tres hechos históricos, significativos para la lengua, caracterizaron su reinado: la conquista del último reino árabe de Granada, el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos.
Todo esto incrementó la expansión del español fuera de nuestras fronteras: unos 170.000 judíos salieron de España hacia África y Europa hablando la lengua romance castellana, que pasaría a denominarse judeoespañol o sefardí.
La situación de España cambió: en el interior se logró la unidad política y religiosa y se fortaleció la autoridad real. En el exterior, se ampliaron las relaciones internacionales y se sentaron las bases del Imperio español. También se creó la Inquisición y se establecieron las primeras imprentas en Valencia y Zaragoza.
El castellano, al que ya se le estaba llamando español, se convirtió en lengua oficial que el Estado utilizaría en la promulgación de leyes, en la Administración y en las relaciones exteriores.
Se puede encontrar un leve retroceso con la llegada del Renacimiento, ya que este consideraba a las lenguas romances como de inferior categoría y se propuso crear un castellano a imagen y semejanza del latín, justo lo contrario que había intentado Alfonso X. Dentro de esta tendencia se encuentran Juan de Mena y el Marqués de Santillana. El resultado fue que se usó y abusó de usos latinizantes. Sin embargo, no todos los escritores cometían tales exageraciones; Jorge Manrique representa un descenso en la tendencia latinizante.
Paralelamente a esta tendencia culta, la lengua romance continuó su marcha imparable en el habla coloquial y en la literatura. Los poemas épicos y líricos del Romancero recogieron esa veta popular del lenguaje, elevada ya a niveles de gran perfección formal.
Y una obra de finales de siglo, La Celestina, de Fernando de Rojas, recogió y fundió los elementos cultos y populares de las dos tendencias.
En la época de los Reyes Católicos no decayó el gusto por la cultura grecolatina. La propia reina, sus hijos, las damas de la corte y los nobles estudiaron latín. Llegaron humanistas italianos y aumentaron las traducciones de obras clásicas, facilitadas por la imprenta. En 1492, Elio Antonio de Nebrija, gran humanista español, publicó su Gramática Castellana, la primera de las lenguas románicas, a las que serviría de modelo.
En esta época, el castellano había perdido muchos de sus rasgos medievales y, según se afirma, “la unidad lingüística del centro de la Península estaba casi consumada”, siendo el habla toledana “el modelo de buena dicción”. Las características fonéticas del habla toledana eran:
- Predominio de la d en lugar de la t final de palabra: voluntad y no voluntat.
- Cambio de algunas formas verbales: amades por amáis, sodes por sois.
- Vacilación en las vocales: sobir/subir.
- Distinción de b/v, al revés que en Castilla y Aragón.
En el siglo XVI tuvo lugar el reajuste del sistema consonántico que configuró el sistema fonológico que hoy conocemos y, a la vez, estableció las diferencias de las dos grandes zonas dialectales del español (meridional y septentrional). En el sur, el proceso se llevó a cabo de forma diferente, con rasgos más evolucionados como la neutralización de fonemas /s/ y /z/, origen del seseo o ceceo.
Del Siglo XVIII al XX: El Castellano Moderno
En el siglo XVIII concluyó la labor de normativización del castellano con la regularización ortográfica y la elaboración del diccionario y la Gramática, realizada por la RAE (creada en 1713 bajo el lema «Limpia, fija y da esplendor»), que se propuso acabar con las vacilaciones ortográficas de siglos anteriores:
- Se simplificaron algunos grupos consonánticos latinos, como ch, ph y th: teatro, en lugar de theatro, por ejemplo.
- Otros grupos consonánticos se fijaron definitivamente en algunas palabras: concepto, excelente, etc.
- Se suprimieron las grafías x y ss en palabras como dixo.
- Desapareció la grafía ç y se impusieron las grafías za, ce, ci, zo, zu.
- Se regularizó el uso de y para el sonido consonántico.
- Se conservó la h muda.
- Permanecieron las coincidencias fonéticas entre b/v, c/z, j/g.
Por otro lado, la influencia del pensamiento ilustrado proveniente de Francia y la entronización de un monarca de la casa francesa de Borbón favorecieron la entrada de numerosos galicismos (detalle, interesante, hotel, pantalón) que la Academia trató de frenar. Esta reacción purista quería evitar exageraciones en la introducción de préstamos y calcos semánticos.
Se puede considerar que las variaciones lingüísticas en el español de los siglos XIX y XX son exclusivamente de tipo léxico, debido a la incorporación de numerosos neologismos a través de diferentes mecanismos: préstamos (especialmente anglicismos) y mecanismos internos de formación (derivación, composición y acronimia). Fonética, morfológica y sintácticamente, el español está plenamente asentado desde esa época.
Una única observación para terminar el tema: la preocupación por la incorporación de voces de otros idiomas que pueden empobrecer el castellano (chatear por hablar, boutique del pan por panadería…), y es ahí donde nosotros, como quijotes defensores de nuestro idioma, debemos hacer frente a esas “aspas de molino” empeñadas en imponernos su caos lingüístico.