La Técnica del Realismo Mágico en la Literatura
El realismo mágico es una técnica narrativa surgida en la segunda mitad del siglo XX que consiste en mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. El narrador presenta hechos fantásticos, oníricos e ilógicos de manera natural, sin asombrarse por ellos ni ofrecer al lector una explicación, como si pertenecieran a la realidad.
En el realismo mágico confluyen la herencia del psicoanálisis en el surrealismo europeo, que hace hincapié en los sueños, el inconsciente y el irracionalismo; y las culturas indígenas precolombinas con su tradición de leyendas, supersticiones y mitos en los que se producen hechos fantásticos. Esta técnica floreció con el esplendor de la literatura latinoamericana de los años sesenta y setenta, a raíz de las discrepancias surgidas entre la moderna cultura de la tecnología y la cultura tradicional de la superstición, y en un momento en que el auge de las dictaduras políticas convirtió la palabra en una herramienta infinitamente preciada y capaz de denunciar la realidad.
Manifestaciones del Realismo Mágico en Crónica de una muerte anunciada
En Crónica de una muerte anunciada, el realismo mágico se observa en el gusto por insertar lo extraordinario dentro de la normalidad de lo cotidiano. Algunos ejemplos notables incluyen:
- La forma en que el olor de Santiago Nasar permaneció en los gemelos Vicario días después de muerto.
- La aparición de un “pájaro fluorescente”, una especie de ánima sobre la iglesia del pueblo.
- La mención del alma de la viuda de Xius, quien dice estar haciendo todo lo posible para recuperar sus cachivaches de su casa.
Sin embargo, el elemento fantástico queda mitigado por el hecho de que es relatado por un personaje y, por lo tanto, es fruto de su perspectiva; no se afirma como un hecho indiscutible. Esto es coherente con la forma de crónica que asume la obra, ya que no sería aceptable incluir sin discusión hechos mágicos en un género periodístico, supuestamente creíble y objetivo.
Observamos también el realismo mágico en la importancia de lo onírico, de sueños que pueden ser interpretados. Y, sobre todo, en la hipérbole, en la desmesura, como se evidencia en la descripción: “las balas de la Magnum podrían partir un caballo por la cintura”. Aun sin la irrupción de fantasmas o milagros, en el texto subyacen detalles que nos llevan hacia un mundo extraño para el lector, en el que lo irreal y lo exagerado se toman como algo cotidiano.
Pocos integrantes del pueblo se dignan avisar a Santiago Nasar de que lo buscan para matarlo, ya sea por temor o por la simple suposición o certeza de que ya está enterado de la situación y, por lo tanto, fuera de peligro. Este silencio masivo es lo que termina causando la muerte de este personaje.
La hipérbole también está presente en la forma en que lo asesinan: “Desesperado, Pablo Vicario le dio un tajo horizontal en el vientre, y los intestinos completos afloraron con una explosión”. Sorprendentemente, Santiago sigue vivo, andando, sujetando sus entrañas con las manos. También los sentimientos son desmesurados, obsesivos: Ángela, en su desesperación por recuperar a Bayardo, muestra su locura e insaciable pasión escribiéndole miles de cartas de amor apasionado.
Bayardo, por su parte, muestra con ostentación sus sentimientos en algunas de sus reacciones y actitudes a lo largo de la novela; por ejemplo, cuando compra todos los números de la rifa para impresionar a Ángela, cuando compra la casa por un precio desmesurado o cuando devuelve a la novia y se sumerge en una borrachera extrema.
Otra característica esencial del realismo mágico es la unión o sincretismo de los contrastes. En la obra conviven, por ejemplo, las convenciones morales y religiosas con las supersticiones, y con una sexualidad y un vitalismo desaforados.
En cuanto al aspecto religioso, existen numerosas situaciones y símbolos que en ocasiones apuntan al carácter sobrenatural de Santiago Nasar. Así, el color de su vestimenta recuerda la túnica de Jesús; la visita del obispo el día del crimen; los nombres de los personajes, muchos de ellos de resonancias bíblicas (Pedro, Pablo, Santiago, Poncio…). Además, se destaca que Nasar no derramaba sangre, a pesar de todas las cuchilladas recibidas.
Temas Centrales en Crónica de una muerte anunciada
El Amor
La novela está llena de pasiones amorosas, acompañadas siempre de matices machistas. Las vivencias sexuales de los hombres tienen lugar en la “casa de placer” de María Alejandra Cervantes, o bien mediante el abuso de las mujeres que por su situación social no pueden defenderse de los deseos de los hombres (las criadas de Santiago tienen que soportar los abusos de sus amos generación tras generación). La relación amorosa se presenta como una especie de caza. Esto es especialmente claro en la relación entre Bayardo San Román y Ángela.
Bayardo fija sus ojos en Ángela, su presa, y actúa desplegando sus artes y su poder para conseguir casarse con ella. Ángela, por su parte, se comporta como una “garza guerrera”, pues se enfrenta a San Román descubriendo que no es virgen y, más adelante, intentando recuperar su amor a través de las cartas. La relación amorosa entre Bayardo San Román y Ángela Vicario parece ir siempre contracorriente y los protagonistas padecen fuertes pasiones que no presagian nada bueno: cuando San Román está completamente enamorado, Ángela lo rechaza; y cuando este reniega de la joven ella cae en el más loco de los enamoramientos hacia él. La sorpresa llega al final, cuando él regresa portando las cartas apasionadas que ella le había escrito y se desencadena el desenlace feliz para ambos que parece vencer al destino que constantemente los separaba.
El Honor
Un tema fundamental es el sentido del honor: para restaurarlo, los hermanos Vicario se ven en la obligación inexcusable de matar a Santiago. La violencia descarnada y atroz está inserta en el código del honor que rige la moral colectiva del pueblo: es la única forma de respuesta a cualquier violación del código del honor que exige que la novia llegue virgen al matrimonio. Esta forma de lavar la deshonra, la venganza sangrienta, era una idea ya presente en la tradición del teatro clásico español de Lope de Vega o Calderón de la Barca, que tenía además, como ocurre en la novela, un componente social (el deshonor de la mujer afecta a la familia entera) y público (la recuperación del honor debe hacerse delante de todo el pueblo).
Santiago Nasar tuvo la desgracia de vivir en un pueblo de valores poco razonables: nadie en el pueblo se pregunta por qué carece de importancia que María Alejandrina hubiera arrasado con la virginidad de toda una generación masculina, mientras que sí la tiene, y de modo bien trágico, que Ángela Vicario la hubiera perdido. El código del honor está íntimamente unido al machismo, pues se requiere de la mujer una condición que no se pide al hombre.
El pueblo entero está de acuerdo en el tema de la honra. Prudencia Cotes, novia de Pablo Vicario, nunca se habría casado con él “si no cumplía como hombre”, es decir, si no mataba al supuesto causante del deshonor de su hermana. También el abogado que defiende a los hermanos acepta el código popular del honor: “El abogado sustentó la tesis del homicidio en legítima defensa del honor, que fue admitida por el tribunal de conciencia”.
La mayoría de los habitantes del pueblo lo aceptan, entre otras cosas porque los exculpa por no haber impedido el crimen: “Pero la mayoría de quienes pudieron hacer algo por impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son estancos sagrados a los cuales solo tienen acceso los dueños del drama”. Da la impresión de que García Márquez ha querido expresar con esta novela una crítica irónica al código de honor imperante en el pueblo de los Vicario, que es el verdadero desencadenante de la tragedia a la que el lector ha asistido.
El Fatum (Destino Ineludible)
Pero sin duda el tema principal de la novela es el fatum. Todo el pueblo sabía que el crimen iba a producirse, pero nadie lo impide, lo cual sugiere la presencia de un destino fatal ineludible que influye decisivamente en el desarrollo de los hechos. Ya desde el título y también en el principio de la obra (“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó…”) se desvela que la muerte se va a producir, con lo que se pierde la intriga de saber qué ocurrirá al final.
Sin embargo, a lo largo de la historia se dan tantas posibilidades de evitar el crimen (incluso los hermanos Vicario, que no desean cometer el asesinato, gritan a los cuatro vientos su intención para que Nasar pueda huir) que parece imposible que al final se produzca. El destino trágico se debe en la obra a un conjunto de contradicciones, ambigüedades, casualidades, coincidencias o torpezas humanas. Señalamos algunas de las más destacadas:
- Todo el pueblo sabe que los Vicario van a matar a Santiago Nasar, menos él, quien no se entera hasta el final.
- Hay ambigüedades que ni los personajes, ni el lector, ni siquiera el narrador consiguen despejar, como quién desvirgó a Ángela Vicario. Da la sensación de que Santiago Nasar fue asesinado por algo que probablemente no cometió. Pero cuando –y aquí viene la ambigüedad– Ángela se encuentra en situación propicia para revelar la verdad al narrador, muchos años después, ratifica con convicción su versión: “Ya no le des más vueltas, primo –me dijo–. Fue él”.
- Además, se dan varias casualidades: Santiago, que casi nunca salía de casa por la puerta del frente, ese día lo hizo… allí lo esperaban los Vicario para matarlo. El mensaje deslizado debajo de la puerta de Santiago avisándole del peligro no se encuentra hasta mucho tiempo después del crimen.
- Una serie de torpezas acaban de sentenciar a Santiago:
- Meme Lozano no le advirtió del peligro porque lo vio tan contento que pensó que el asunto ya se había arreglado.
- Plácida Linero cerró la puerta de la casa cuando vio a los Vicario porque pensó que querían meterse dentro para matarlo, y con ello sentenció a muerte a su hijo, que no tuvo escapatoria. También se equivocó en la interpretación del sueño de Santiago.
- Cristo Bedoya no consiguió proteger a su amigo porque pensó que estaba desayunando en casa de los García (lo cual habría sido lógico).
- Además, todos los presagios auguran su muerte:
- Los sueños recurrentes del joven.
- El horror que Santiago sintió al ver a Victoria Guzmán arrancar de cuajo las entrañas de un conejo y tirárselas aún humeantes a los perros.
- El susto de Divina Flor cuando Santiago la agarró por la muñeca y la “sintió helada y pétrea, como una mano de muerto”.
- La impresión de Clotilde Armenta cuando con el resplandor del alba lo percibe como vestido de aluminio y con la apariencia de un fantasma.
- El olor de las flores encerradas de la iglesia en la boda de Bayardo y Ángela, que Santiago relaciona con la muerte.
El Perspectivismo como Técnica Narrativa
La técnica del perspectivismo supone el uso de un punto de vista narrativo múltiple y cambiante: narrador, protagonistas y testigos van intercambiando su propia visión de los hechos, que con frecuencia no coincide. Ello sirve para relativizar la visión sobre lo sucedido y provocar la duda en el lector, el cual debe participar activamente en la comprensión de la obra:
- Valorar.
- Interpretar.
- Relacionar los detalles que le ofrecen las distintas voces y visiones de los hechos, cada una desde su perspectiva.
Veintisiete años después del crimen, un amigo del protagonista decide reconstruir la historia. Es un narrador interno y adopta el punto de vista de un personaje secundario, cuyo nombre no se menciona, que actúa como un cronista que reconstruye las partes para él medio olvidadas o desconocidas de un caso incompleto en un sumario, un caso del que en parte ha sido testigo. La reconstrucción se sitúa en diferentes momentos entre el momento del crimen y la investigación. Sus fuentes son sus propios recuerdos, la correspondencia que mantuvo con su madre, el informe de la autopsia, el sumario del caso y los testimonios de varios personajes relacionados con el suceso, a los que entrevista.
Para marcar la distancia con ciertos hechos, el narrador principal usa un punto de vista omnisciente en tercera persona: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”. Pero para matizar sus propios recuerdos como personaje-testigo narra en primera persona, subjetivamente, sobre todo en las descripciones: “Yo conservaba un recuerdo muy confuso de la fiesta antes de que hubiera decidido rescatarla a pedazos de la memoria ajena.”
El narrador-cronista también da paso a otras voces usando el estilo directo para recoger declaraciones de los testigos a los que entrevista, para transmitir ciertos fragmentos de los documentos que maneja, o para ceder la palabra a los personajes que dialogan. El perspectivismo ocasiona que las distintas voces se contradigan y que la historia se presente como incierta o ambigua, sobre todo en lo que se refiere a quién fue el que ‘deshonró’ a Ángela.
El punto de vista dominante es el del narrador-cronista, sobre todo en la narración de la historia de Nasar, Bayardo y Ángela Vicario. Pero el mismo narrador recoge en estilo indirecto versiones contradictorias sobre un mismo hecho. Por ejemplo, Victoria Guzmán, la criada de Santiago Nasar, se disculpa por no haberlo avisado diciendo que ni ella ni su hija sabían que lo matarían; pero con el paso del tiempo reconoce que sí lo sabían cuando él entró en la cocina a tomar café. Ante la presencia de materiales contradictorios, es el lector el que ha de ir ensamblando las piezas que se le presentan para lograr comprender lo acaecido.